España

Letrinas

La Razón
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De recluta, en el Campamento de Campo Soto, limpié muchas letrinas. De pollo de barra a limpiador de letrinas. Me vino muy bien. De bailar con inigualable armonía y agilidad el vals en las puestas de largo, a barrer el suelo de mi Compañía. Me vino muy bien. De perder el sueño por tonterías a no dormir por hacer guardia en la caseta de entrada al campamento. Me vino muy bien. De vivir en mi casa con todas las comodidades a dormir con doscientos tíos que olían a rayos, más o menos como yo. Me vino muy bien. De ser alguien en el reducido círculo familiar y amistoso a pertenecer a lo más bajo de la clase social de aquellos tiempos. No se podía ser menos que un recluta. Y me vino muy bien. De valorar el tiempo con el capricho y el margen que de mi antojo salían a conocer la importancia y la buena educación de la puntualidad. Y me vino muy bien. De hacer más o menos lo que me salía de las industrias de los entreperniles, a ponerme en manos de una disciplina férrea y, casi siempre, justa. Y me vino muy bien. Esa disciplina aprendida en el Servicio Militar es la que me ayuda a escribir todos los días, y a las mismas horas. Y supe, sobre todo, lo que significa agradecer el buen trato cuando el que lo recibe está por debajo de quien lo otorga. De ahí mi rechazo, fronterizo con el asco personal, a todo aquel que abusa de su posición social o su dinero para maltratar a sus subordinados. La familia de cada uno es la base de la educación. Pero ésta no se completa sin la formación que se recibe en los colegios y sin la disciplina y el establecimiento de los valores y principios que se instalaban en cada uno en el paso obligatorio por el Servicio Militar. Fue el Partido Popular, con Aznar en la Presidencia del Gobierno, el que terminó con la «mili» obligatoria. Se comprende, por cuanto él no la hizo. Supuso un error. Como escribe José Antonio Vera, España no es una nación tan rica y poderosa como para permitirse unas Fuerzas Armadas estrictamente profesionales. Una fórmula mixta, reduciendo el tiempo del Servicio obligatorio, se hubiese acercado más al éxito. No es de carroza lo que escribo. Pero una buena parte de la falta de educación que hoy exhibe un amplio sector de nuestra juventud viene de la descomposición familiar, la nula disciplina escolar y la ausencia de contacto y experiencia de nuestros jóvenes con el estamento militar. Para lo bueno, como es conocer y compartir la vida con personas de toda clase y condición, y para lo malo, limpiar letrinas, que al cabo del tiempo, también es bueno. Parece ser que de nuevo serán los soldados los que se encarguen de limpiar los cuarteles y regimientos. El presupuesto no da para contratas de limpieza. Y que serán también los que hagan guardia en las puertas principales, porque el presupuesto tampoco da para empresas de seguridad. Me entristeció, años atrás, ver la entrada principal de la Academia General Militar de Zaragoza vigilada por profesionales de una empresa. En esa misma entrada, entre otros, se dejó la suela de sus botas, haciendo guardia, el mismo Rey. No se calculó bien y ahora vienen las penurias. Pero a ver quién es el guapo que le ordena a soldados profesionales que limpien las letrinas, y que hagan más guardias sin cobrar las horas extraordinarias. De aquellos polvos, estos lodos. Consecuencias del frívolo populismo.