Actualidad
«Quitt» Peter Handke y otros hombres sin piedad
Lluís Pasqual dirige a Eduard Fernández en un texto cáustico escrito por el autor austriaco en 1973 sobre un empresario sin límites que fagocita a sus competidores
Hermann Quitt es un empresario que lo tiene todo. Pero, como perseguía el inefable Iznogoud, quiere ser califa en lugar de califa. «¿Hay algo que aún sea posible en el mundo de los negocios?», se pregunta. Sí, pero para ello ha de destruir a sus competidores, a los que ha invitado a su casa, mediante un engaño disfrazado de pacto. Contado así, podría parecer que «Die unvernünftigen sterben aus», que llega al Centro Dramático Nacional traducida como «Quitt. Las personas no razonables están en vías de extinción», es una obra narrativa con una trama y un desarrollo al uso. Lo cierto es que su autor, Peter Handke, ya hizo un esfuerzo en 1973 para que en esta corrosiva comedia, por ponerle alguna etiqueta, hubiera siquiera personajes, rompiendo con la tendencia del teatro alemán del momento, la deconstrucción del lenguaje que luego caracterizó, por ejemplo, la obra de Heiner Müller. Pero la ortodoxia escénica acaba ahí; en «Quitt», las conversaciones tienen algo de irrealidad: «¿Cómo quiere que le compadezcan? Aunque el sufrimiento le hiciera perder el habla, el dinero hablaría por usted, y el dinero es un hecho real, en cambio usted no es más que una conciencia», le dice a Quitt su confidente-mayordomo Hans. «Su vida es una metáfora, señor Quitt. Poesía pura». Handke coquetea además con las fronteras de lo escénico y de la conciencia y la existencia de sus personajes, que se plantean aquí y allá qué papel desempeñan en la obra.
Por eso no extraña, pese a su insultante actualidad, que la obra permaneciera inédita en España. De estrenarla se ha encargado uno de los grandes directores de las últimas décadas, Lluís Pasqual, que regresa al CDN, un teatro que dirigió hace años, con esta coproducción del Lliure, otro que dirige actualmente. Y en escena, entre un puñado de sólidos nombres –Jordi Boixaderas y Jordi Bosch, entre otros–, destaca el protagonista, Eduard Fernández.
«El viaje al que te somete Peter Handke pasa por distintas zonas físicas del cerebro. Quitt es un ser maniaco-depresivo y la dicotomía está entre una naturaleza salvaje, de lobo depredador, que le hace avanzar sin saber por qué, y otra que le hace dejar que sus sentimientos afloren. Su maldición es que convierte esos sentimientos en un producto de mercado», explica Pasqual. «Incluso se aprovecha de ellos para sacar beneficios, que ya es lo último», matiza Fernández.
Un autor nada amable
Con una Europa zarandeada por la mayor crisis vivida en años, parece que el texto fuera de hace dos días. «Yo creo que Handke se quedó corto», cuenta con rotundidad Pasqual. «Lo curioso –sigue el director– es que escribió esta obra en 1973 en futuro y ahora nos habla del pasado, algo que el teatro hace a menudo». Y se pregunta el director: «Estamos en un caos. Pero, ¿dónde nació? ¿Quiénes se sentaron alrededor de una mesa en un restaurante, o en un consejo de administración, y empezaron a enloquecer todos y, ya locos, se lanzaron a especular?». Para Eduard Fernández, Quitt es muy osado: «Decide jugar con las leyes del mercado, pero lo hace como un animal, llega al límite. Esas leyes pueden llevar a la destrucción absoluta de todo, incluso de él mismo».
Pasqual decidió montar esta obra en 2010, «cuando ya intuíamos lo que se nos venía encima», pero hacía años que tenía ganas de llevarla a escena. «Es lo que me cuenta la televisión todos los días, pero no me lo cuenta con las palabras de la televisión, sino de un gran poeta».
«Como todas las cosas difíciles o imposibles de contar, esto no se puede transmitir de una manera narrativa y Peter Handke no lo hace», advierte Pasqual. «Si uno lee lo que escribió, incluso lo que escribe ahora, verá que en esta obra están esas asociaciones suyas en las cuales uno puede perderse o no. En el fondo hay un compromiso con la palabra, con la manera de decir... Pero abstracto como el Guernika. Nuestro trabajo es facilitar que eso llegue al espectador sin traicionar algo que está en la base de su escritura: él nunca intentó ser amable, ni formalmente ni conceptualmente. Esto no es Mozart, ni siquiera Genet. Es centroeuropeo, implacable, y ya era políticamente incorrecto cuando ni siquiera se había acuñado esa frase».
Handke (Griffen, Austria, 1942) se hizo un nombre con obras como «Kaspar» (1968) aunque en España se le conoce más por sus novelas, como «Las avispas» (1966) o «El miedo del portero ante el penalti» (1970). «Es de los textos más difíciles de leer, de entender, de descifrar... No es fácil en boca», corrobora el actor. Y el director advierte: «Aparentemente es una obra de teatro y hay unos personajes, pero al final de la primera parte no sólo cuestiona el futuro de un tipo de empresario, sino también de un tipo de interpretación: Quitt pone en duda al propio teatro».
Quizá por eso, explica Pasqual, en este espectáculo «no hay puesta en escena: hay espacios creados para que se produzcan esas situaciones. En la primera parte, juegan mucho al billar, un juego que puede tener cierta simbología. Es una continuación de lo que hacen en la vida: ir haciendo carambolas y hundiendo a la gente. He tenido que no hacer puesta en escena: no podía acabar algo que Handke dejó inacabado, atar cabos que él no ató. Hay, eso sí, un acompañamiento de los intérpretes». Lo corrobora Fernández: «Como actor, a ratos hay que confiar en Handke y no intentar llevarlo al terreno al que estás habituado».
El detalle
OBISPOS Y PELAYOS
Después de ser Quitt, en breve veremos a Eduard Fernández en «The Pelayos», la película sobre la familia que hizo saltar la banca de varios casinos. Además, aparecerá en «Miel de naranjas», de Imanol Uribe. Y tiene dos proyectos más. El primero, «Descalzo sobre tierra roja», una serie para TV3 y TVE sobre el obispo de la Teología de la Liberación Pere Casaldáliga, «un hombre maravilloso, tiene 84 años y hace el bien desde que se levanta hasta que se acuesta», asegura el actor. El otro, un proyecto propio, junto a Julio Wallovits y Francesc Garrido para otra serie llamada «Los banqueros», en la línea de «Smoking Room». Por su parte, Pasqual usa el sarcasmo: «Mi futuro es muy oscuro. Mi proyecto ahora es volver al Lliure, coger las piezas rotas de lo que pensaba que sería la temporada que viene, rearmarlas y poder seguir insistiendo». Lo dice porque los recortes se han notado: en 2011/12 se «cayeron» tres montajes.
Pasqual y Fernández,dos viejos conocidos
Lluís Pasqual (en la imagen) explica, dado lo especial del texto, que «hubo un momento en que casi renunciamos a la palabra interpretar por la palabra encarnar, que es muy parecida pero no la misma. La interpretación de un personaje como éstos requiere una psicología o por lo menos una lógica. Aquí no la hay, al menos en la escritura. Uno tiene que confiar y dejarse ir». Director y protagonista lo ven claro. No extraña, pues se conocen bien: ésta es su cuarta colaboración: antes trabajaron en «Esperando a Godot», «Roberto Zucco» y «Hamlet». Y cuenta Fernández: «He visto el recorrido de Quitt y yo sí paso por un camino interior que me lleva por lugares un poco extraños». Por eso le llega a tomar «no simpatía, pero sí cariño o identificación».
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