Bélgica

Decapitados por la crisis

La Razón
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BRUSELAS- La crisis económica y de la deuda que azota a la Unión Europea desde 2008 no sólo ha socavado la confianza de los ciudadanos en la estructura comunitaria y su forma de gestionar la política, sino que además se ha convertido en una máquina de picar carne de Gobierno.

La salida de Nicolas Sarkozy del Elíseo eleva a quince los ejecutivos nacionales que se han visto desalojados de los mandos, casi todos por la vía electoral, pero también por la anómala asignación de tecnócratas para intentar resolver unos problemas económicos que los políticos demostraron ser incapaces de afrontar. Éste fue el caso de Grecia e Italia.
Reino Unido, Irlanda, Finlandia, Dinamarca, Portugal, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Bélgica, España, Grecia, Italia, Rumanía y Holanda son sólo los primeros de una lista que se actualiza a diario.

Una de las primeras víctimas, en mayo de 2010, fue el laborista británico Tony Blair, que tuvo que dejar paso al Partido Conservador de David Cameron. Sin embargo, era la primera vez desde 1974 que no se alcanzaba la mayoría absoluta y obligaba a pactar una coalición con los liberales.

También en Hungría, en abril del mismo año, se alzaba el líder del Fidesz, Viktor Orbán, en lo que denominó una «verdadera revolución» aunque, en la práctica, se ha enrocado en posiciones ultranacionalistas para defender una gestión que le ha llevado a tener que pedir un préstamo a la UE de entre 15 y 20 millones de euros.

Como en un círculo vicioso, Orbán llegó al poder por el batacazo mayúsculo del socialista MSZP, tras ocho años en el Gobierno y un plan de ajustes draconiano a cambio de recibir un apoyo internacional de 20.000 millones de euros en 2008. Para la mayoría de las capitales europeas 2011 fue un año negro. Los rigores de la crisis convirtieron al «tigre celta» en apenas un gatito y en febrero se producía una derrota electoral sin precedentes del derechista Fianna Fail. En septiembre, en Dinamarca, el Bloque Rojo liderado por la socialdemócrata Helle Thorning-Schmidt acabó con diez años de poder conservador, pero la gran sorpresa fue la presión que la Unión Europea ejerció sobre Italia, ante el temor a una explosión de la deuda que mandó al banquillo al incombustible Silvio Berlusconi y colocó en su lugar al ex comisario europeo Mario Monti. Si entonces todo el continente vivió el cambio como un alivio y aplaudió sin reparos un Gobierno compuesto por técnicos entre sus 16 miembros, el crédito del nuevo primer ministro ha sufrido un desgaste brutal, directamente proporcional al descontento entre la población y la fragilidad de su incómoda alianza multipartita. Algo similar ocurrió en Grecia, donde el socialista Lucas Papandreu dio el testigo, sin pasar por las urnas, al ex gobernador Lucas Papademus. Ayer volvió a la vía electoral y eligió un parlamento fragmentado que complica la gobernabilidad en un país hundido por la crisis. También por las urnas el otro país rescatado vio cómo la crisis económica y las estrictas medidas de austeridad a las que se comprometió el portugués José Sócrates para recibir 78.000 millones de euros erosionaron su base social. El centro-derecha portugués logró al poder con el mejor resultado electoral de los últimos veinte años, aunque con una abstención del 41%.

A comienzos de 2012, Finlandia dio la victoria al conservador Sauli Niinistö en unas elecciones presidenciales que confirmaron el giro a la derecha del país nórdico. En sentido contrario votó en marzo Eslovaquia, para dar el mando, aunque sin mayoría absoluta, al partido de izquierda Smer, bajo el compromiso de proteger a la clase trabajadora. Y el proceso sigue sin tregua. Sólo en las últimas semanas, los gobiernos de Holanda y República Checa han dado un vuelco.