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Torero y señor por Francisco Ruiz Miguel
Muy currista. Así, se define este torero que tuvo la suerte de compartir cartel con el «Faraón de Camas» decenas de tardes. Humilde partidario de su Arte, de ese sentimiento especial e inigualable que hizo aflorar en cada una de sus tardes, para mí, ser su amigo es un placer. Un lujo. Como lo fue compartir paseíllo. Verle abrir el capote y esparcir sobre el albero el tarro de las esencias era una delicia. Por dentro pensaba: «¿Y ahora qué hago yo? Como no abra la boca al toro y me meta dentro...». Daba gusto ver su temple, el ritmo y el gusto de sus lances. Sin tirones. Echando por delante los vuelos de los engaños al toro y pulseando la embestida del animal sin un solo tirón. Una maravilla para los que amamos el toreo.
Pero fuera de los ruedos también fue un señor. Recuerdo un festejo en Almería en el que sufrió una cornada y le taponé la herida, meses más tarde coincidimos en Madrid y parecía que había visto a Dios. Cercano, cariñoso, agradecido. Siempre ha sido así. Un gran compañero. Sin duda, uno de los que más tiempo ha pasado en activo. Ha dedicado su vida entera al toro. No es nada sencillo permanecer 40 años de luces y menos aún hacerlo en su condición de «figurón» del toreo. Ahí radica su leyenda. Mito con abolengo, que permaneció en el mundo del toro hasta que quiso irse. No le obligaron ni los años, ni las cornadas, ni las nuevas generaciones. Nadie. Por ello, este premio es un acierto. Parece que tenemos que esperar a que alguien muera para reconocerle sus logros. Ahora es el mejor momento para disfrutarlo. Enhorabuena.
Francisco Ruiz Miguel
Matador de toros
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