Comunicación

Ramadán castizo

Los musulmanes que viven en La Latina cumplen su mes de ayuno ambientados en la Paloma. Los dulces típicos musulmanes conviven estos días con las barras, los entresijos y la «limoná»

Ramadán castizo
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MADRID- Que Madrid es un crisol de culturas no es algo nuevo pero hay días, como éstos, en los que llama la atención la armonía en la que conviven culturas tan dispares en un mismo espacio. Lo pagano y lo religioso, en árabe o en el castellano más «chulapo», todo en apenas unos metros cuadrados. Un ejemplo perfecto de ello está en el número 13 de la calle Calatrava, en La Latina. Allí, desde el año 95, Mohamed regenta la carnicería «Magreb», justo en el epicentro de las verbenas más castizas. Ya han pasado más de 14 horas desde que tragó algo que no fuera su propia saliva. Es el cuarto día del mes sagrado del Ramadán y dice, con los labios cuarteados, que su cuerpo ya se ha acostumbrado a prescindir de la tentación que supone comer, beber, fumar o practicar relaciones sexuales desde el alba hasta el anochecer. «No cuesta trabajo y menos, con el fresco que ha hecho este fin de semana», confiesa algo ojeroso.
A pesar de su relevancia, el Ramadán es sólo uno de los cinco pilares del Islam –junto a la oración cinco veces al día, la profesión de la fe, la limosna o «zakat» y la peregrinación a la Meca una vez en la vida–.
Como Mohamed, la mayoría de estos penitentes llevan en el bolsillo un calendario lunar que especifica el minuto exacto en el que sale y se pone el Sol cada día de este mes. El reloj marca las 21:17 horas cuando toca romper el ayuno. Al igual que lo hacía el profeta Mohamed, la ceremonia obliga a hacerlo con un puñado de dátiles, agua y leche. Es sólo el «aperitivo» a todo un festín culinario –desaconsejable desde el punto de vista médico– que empieza con una sopa similar a la del cocido (sin carne de cerdo ni ningún tipo de manteca) y termina con «chebakia», los dulces típicos del Ramadán. Justo enfrente, a dos metros de distancia, una pareja de madrileños se disponen a tomar gallinejas regadas con «limoná» en un puesto callejero. Y es que esta calle, adornada con farolillos de colores, es uno de los escenarios clave de las fiestas San Cayetano, San Lorenzo y la Virgen de la Paloma. «Cuando empieza a venir la gente ya hemos roto el ayuno, así que lo llevamos bien», dice Mohamed. Así, mientras él y sus compatriotas extienden una alfombra y realizan la tercera oración del día mirando a la Meca, un grupo de «chulapos» bailan a ritmo de chotis. Unos veneran a Alá y otros festejan el día de la Virgen por la que sienten más devoción.