Barcelona
El penúltimo adiós
Vestidos de azul, su color preferido, y con un «hierro 3», el palo que le regaló su hermano Manuel y con el que Seve comenzó a coquetear a los siete años en las playas de Pedreña, con piedras por bolas de golf, y a la luz de la luna.
Así procesionaron en su funeral los niños de la Fundación Seve Ballesteros, creada por él para investigar y luchar contra el cáncer, la enfermedad que se lo llevó. Como él quería. De un azul marino como el que lucía en la jornada final de muchos de los torneos que ganó. El más importante, su segundo Abierto Británico, el de Saint Andrews en 1984, de ahí que un gaitero escocés encabezara la comitiva, por su especial vinculación con Gran Bretaña. Como él eligió. Detrás, sus tres hijos –Javier, Miguel y Carmen– portando sus cenizas. Con mimo, con amor, con pesar, aunque enteros. Como él les pidió, aunque a la pequeña le costó por momentos.
«Papá, como ves Javier, Carmen y yo estamos fuertes, como nos pediste. Estamos muy orgullosos de todo lo que has hecho por nosotros y nunca te olvidaremos.Haremos lo que siempre nos pediste: ser buenas personas y cuidaos los unos a los otros. Para nosotros hoy no es un día de despedida. Sabemos que estás a nuestro lado y nosotros estaremos siempre contigo. Te queremos, papá», expresó el mediano, Miguel, antes de terminar la homilia en la abarrotada iglesa de San Pedro. La de su pueblo. Como uno más. Como él quería.
A los hijos les acompañaron los tres hermanos de Seve, sus sobrinos, su ex mujer, Carmen Botín, y la hermanas de ésta, Paloma y Ana Patricia, así como la madre, Paloma O'Shea, y Emilio Botín. En el cortejo fúnebre también los remeros de la trainera de Pedreña, el otro deporte de su pueblo y de la familia Ballesteros, del padre. Remos en ristre. Como él quería.
Lo único que no previó fue la multitud de gente que lo acompañó en su penúltimo adiós porque a Seve –a «Sevi», para los británicos– no se le despide definitivamente. Estará presente en cada torneo de golf, en cada Ryder Cup (en la de 2012 y ¡ojalá! en la de 2018, la segunda en España... como él quería), en cada aficionado, en cada deportista...
Cinco capitanes de la Ryder Cup estuvieron presentes en el sepelio: Bernard Gallacher, Sam Torrance, Ian Woosnam, Nick Faldo, Colin Montgomeri y el próximo en serlo, Olazábal –el más abatido desde que el pasado sábado fue consciente de su fallecimiento–, el número uno del mundo, Lee Westwood, Miguel Ángel Jiménez, Piñero, Valentín Barrios, Garrido, golfistas a los que acompañaron deportistas y grandes amigos de Seve de la talla de Indurain, Butragueño, Manu Sarabia, el torero Enrique Ponce, el secretario de Estado para el Deporte, Albert Soler, el presidente del Comité Olímpico Español (COE), Alejandro Blanco, además del presidente y la vicepresidenta cántabros, Miguel Ángel Revilla y Dolores Gorostiaga; el ex presidente del Real Madrid, Ramón Calderón, y los periodistas Olga Viza, Matías Prats, Michael Robinson y Carlos García-Hirschfeld.
Tras la misa, la comitiva desanduvo los 800 metros de vuelta a casa, otra vez entre los aplausos de los vecinos, a los que agradecieron, junto a los asistentes y a las muestras de cariño –coronas de la Casa Real, de los Príncipes de Asturias, del Real Madrid, el Barcelona y de la Fundación Rafa Nadal, entre otras muchas–. De regreso las cenizas a la finca de Seve y en un acto privado, éstas fueron depositadas a los pies del magnolio que él eligió. Seve se dejó el alma en los campos de golf. Imaginó ser grande. Imaginó golpes imposibles. Imaginó devolver el prestigio al circuito europeo. Imaginó que en España el golf fuera un deporte plural y no cejó en el empeño. Todo lo consiguió. Imaginó el golf como deporte olímpico... Lo verá, desde su magnolio, con esa cautivadora y carismática sonrisa. Hasta luego, Seve.
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