Astronomía

Tierra la tierra

La Razón
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Estuvo bien aquello de Galileo de ponernos a girar alrededor del sol en vez de a la viceversa como parecía y sigue pareciendo; estuvo bien en cuanto a eso de quitar al Hombre del centro (confío en que los lectores estén ya bastante desengañados de las patrioterías del humanismo), porque el Hombre, sepa Dios quién sea, estaba harto presumido de ser el rey de la Creación y que las otras cosas se habían hecho para su servicio y para objeto de sus teorías. Ahora bien, tras unos pocos siglos, aquella revolución, ¿en qué ha venido a parar? ¿Qué ha dado de sí eso de convertir la Tierra en un planeta? La tierra era, sencillamente, tierra de cavarla el labrador y batirla con el pie en el baile de la fiesta, de criar árboles y yerbas, de hacer tinajas y botijos y de ir enterrando muertos a su hora. Tranquila ella nos daba el pan y las aguas dulces y los bienes sin cuento de la vida. Madre la llamaban los pueblos, y la cantaban los poetas tendida acá abajo a recibir del padre Cielo de lo alto lluvia de amor que le diera crías.

El centro de las galaxias

¿Qué hemos ganado con echarla a rodar por el cielo dando vueltas como una loca? «Pues que ahora», me dirán acaso «gracias a la Ciencia la vemos desde fuera, como una pelota azulina, como una luna grande». Y ¿quiénes la vemos? «Pues, ¿quién coño va a ser? El Hombre». Ya: esos papanatas mirando embobados al televisor o al cielo del observatorio, comprobando por sus ojos que no sólo es redonda sino que circula como otro astro cualquiera por el Espacio.

¡Vaya negocio, amigo! Así que a ella la descentrábamos y la echábamos por ahí, pero a nosotros, sus hijitos, no nos descentrábamos para nada. Nos hemos colocado con nuestra Ciencia en el centro de todas las galaxias, viajamos por entre ellas en películas y nos hemos vuelto tan grandes que, no ya que le hagamos la puñeta todo lo que podemos, sino que hasta nos hemos inventado el terror de que un día el Hombre mismo la haga estallar como una bomba, ¡tan admirables y tan terribles somos! Pues mira, para este viaje, ya se podría haber Galileo guardado el telescopio en la bodega.