Zaragoza

Esto no es torear

- Zaragoza. Novena de la Feria de El Pilar. Se lidiaron toros de Prieto de la Cal y el cuarto de Alcurrucén, desiguales de presentación y de mal juego en conjunto. Menos de media entrada.- Fernando Robleño, de azul marino y oro, pinchazo, estocada, perpendicular (saludos); pinchazo, estocada (saludos). - Alberto Aguilar, de berenjena y oro, estocada, cuatro descabellos (silencio); estocada (saludos). - Carlos Gallego, de verde manzana y oro, estocada (saludos); dos pinchazos, aviso, media (silencio).

El madrileño Fernando Robleño alarga un derechazo durante la faena al primero de la tarde
El madrileño Fernando Robleño alarga un derechazo durante la faena al primero de la tardelarazon

«Esto no es torear», algo así apuntó Alberto Aguilar a los micrófonos del Plus nada más acabar con el quinto. Menudo trago. Amargo y para olvidar. El toreo no reside en embestidas por dentro, sin empleo, estrangulando la más mínima opción de pasarte el toro por la barriga para crear. Con salir indemne del trance, nos valía. Y eso, del toreo dista un abismo que no recae en el interés, sino en el temor y el aburrimiento. El torismo atraviesa malos momentos, hace tiempo que cayó presa de la mentira y no encuentra vía para resucitar. No se entiende si no cómo se ovacionaron toros que no tuvieron presencia, ni notables hechuras y, seguimos sumando, no superaron una miserable media arrancada y protestaron por arriba lo que no supieron entregar por abajo. De todos esos matices que alimentan el sentido de la bravura, ni uno encontramos ayer en los seis toros, desiguales, montados, cuesta arriba... que saltaron al coso de La Misericordia. Ninguno. Cero. A tomar viento.

Mucho mérito tuvo matarla y hacerlo con la dignidad de Fernando Robleño, Alberto Aguilar y Carlos Gallego, que se puso a torear de verdad, sin medir lo que tenía delante. Infinito debió ser el esfuerzo cuando las corridas acumuladas en las tres últimas temporadas no llenan los dedos de una mano.

Robleño se esforzó ante un primero de medio viaje, metiéndose por dentro y sin emplearse. Esto dejaría de ser noticia arrastrado el sexto. Se las vio después con un remiendo de Alcurrucén, que tuvo complicaciones duras de llevar: muy mirón, midiendo un mundo antes de arrancar. Robleño se puso con todo y sacó una aguerrida faena que el público no consintió en premiar con una vuelta al ruedo, cuando habían ovaciones toros marrajos y sin sentido.

Alberto Aguilar se las vio con el ganador de intentos de quitar el corbatín al torero madrileño. Se defendió ese segundo, que era todo altura, pero el remate no lo encontrabas ni tirando de imaginación. El Prieto de la Cal no sacó maldad para coger, pero a mitad de viaje, negado a embestir humillado, explotaba la arrancada por arriba, como un resorte del cuello. Difícil gestionar ese encuentro, imposible que de ahí saliera el toreo. No fue más bonito el quinto. El premio a las buenas hechuras también quedó desierto. Por el derecho se le fue directo a él en un par de ocasiones y la mejora era tibia por el izquierdo: por arriba y sin recorrido.

Carlos Gallego sorprendió y demostró que el toreo no sólo está en el oficio. Se puso a torear de verdad, no a la defensiva, como si estuviera matando la buena de la feria. Sin dudas ni histrionismo. Y nos regaló, gracias torero, dos verónicas y una media al sexto, que correspondían a otra tarde. Brindó a El Soro ese toro, que acudió al engaño muy metido por dentro, con peligro por el derecho, y se dejó por el izquierdo sin llegar a ninguna parte. El tercero estuvo más pendiente de lo que ocurría en el callejón que en el ruedo. Así nos iba. Luego, se paró y sólo quedó el amor propio de Gallego.


El cartel de hoy
Toros de la ganadería de Cuadri para los diestros Javier Castaño, Paulita e Iván García