África

Seúl

Un peligroso histrión por G de ARÍSTEGUI

Manifestantes queman una efigie de Gadafi en una manifestación contra el régimen libio celebrada en Seúl, Corea del Sur
Manifestantes queman una efigie de Gadafi en una manifestación contra el régimen libio celebrada en Seúl, Corea del Surlarazon

El capitán de transmisiones Muamar Gadafi llegó al poder por un golpe de Estado de jóvenes oficiales cuya cúpula formó el Consejo del Mando de la Revolución, que le eligió líder por no pertenecer a ninguna de la mayores tribus del país, lo que habría provocado el rechazo de las demás. Durante años su número dos fue Abdelsalam Jaloud, miembro de la tribu más importante del país, los Magarha, lo que le inhabilitaba para ser el número uno. El coronel Gadafi ascendió en el acto, eliminó la resistencia en el seno del nuevo régimen, creando un aparato represor de varios servicios de seguridad e inteligencia, en competencia por demostrar ser los más bestias.

Poco a poco fue dando protagonismo a sus hijos, que rápidamente sustituyeron a los hombres más próximos, y sólo los que aceptaron la nueva situación mantuvieron sus posiciones en el régimen, que se había convertido en una especie de finca hereditaria de 1.750.000 km2 y seis millones y medio de habitantes. Al aparato represor se unió una eficaz estructura de recaudación para llenar las arcas de la familia y engrasar las lealtades de amigos y aliados.

Estuve en varias ocasiones con el líder de la revolución del primero de septiembre –su título oficial, pues no es jefe de Estado– en actos oficiales del Cuerpo Diplomático acreditado en Libia, y a la impresión que el mundo entero tiene sobre el personaje, su histrionismo, exhibicionismo e histerismo, podemos añadir, personalmente quienes estuvimos en su presencia, que se trata de un personaje sanguíneo, iracundo, teatral, exagerado, irascible, vengativo, cambiante, inestable, narcisista, egocéntrico, megalómano y violento. Un orate de mirada perdida.

Así se entienden un poco mejor sus amistades peligrosas y sus alianzas con lo peor de cada casa, terroristas y regímenes sanguinarios. Financió, apoyó y adiestró al IRA, a las FARC y a ETA; fue protector y aliado de monstruos como Abu Nidal y Georges Hawatmeh; por no hablar de su relación atormentada de enfrentamientos y apoyos al terrorista venezolano Ilich Ramírez Sánchez, alias «Carlos» o «El Chacal» y muy especialmente a Ahmed Jibril, cuya red terrorista fue esencial para el atentado de Lockerbie, en el que que asesinó a 277 personas. Este es sólo un caso, pero Gadafi es responsable o cómplice de incontables atentados, muchos hoy por hoy judicialmente irresueltos.

Gadafi ha sido varias veces un paria internacional, un apestado, aislado y castigado. Si consiguiese reconquistar el terreno perdido, y permanecer en el poder, podemos estar seguros de que cumplirá sus amenazas. Es capaz de forjar una alianza con Al Qaida y su rama magrebí (AQMI), facilitarles apoyo logístico, cobertura estatal, armas y paso libre hacia sus vecinos, o incluso a Europa. Machacará sin el más mínimo escrúpulo a los rebeldes y disidentes. Gadafi se convertirá en una pesadilla para su pueblo, para sus vecinos y para Europa. En fin, que Al Qaida tendría un aliado mucho más importante que el Afganistán de los talibán. Sin contar con la desestabilización de sus vecinos, o tratar de inundar Europa con inmigrantes irregulares.

La resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU no parece que permita operaciones terrestres, pero sí intensificar la intervención desde el aire, si fuese necesario. Ayer comenzó la interveción de los cazas Rafale de la Fuerza Aérea francesa. Estas operaciones son la última esperanza para los rebeldes libios, que luchan por su libertad y, por qué no decirlo, también para sus vecinos e incluso para Europa, pues un Gadafi enloquecido, furibundo y con la rebelión aplastada sería una fuente constante de terror e inestabilidad para todos.


Gustavo de ARÍSTEGUI