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OPINIÓN: Hay partido

La Razón
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Tendría que nacer otro Plutarco para retratar la llamativa similitud entre los protagonistas de las elecciones autonómicas y los nombres que hace diez meses, en las municipales, protagonizaron la denominada «batalla de Sevilla». Griñán-Espadas, el candidato del gobierno en retroceso; Arenas-Zoido, el aspirante derrotado hace cuatro años a la caza de una probable mayoría absoluta; y Valderas-Torrijos, el comunista outsider con vocación de bisagra, conforman un «dramatis personae» ya clásico, inmutable, muy al estilo de la Commedia dell'arte: Arlequín, Polichinela, Colombina, Pantalone… Los «innamorati», los únicos sin máscara, somos los ciudadanos a quienes tratan de seducir estos comediantes, maestros de la impostura, profesores de la morisqueta y catedráticos del fingimiento. La campaña electoral son aquellas obras «all'improviso» que se representaban en corrales mucho menos vulgares que los actuales platós de televisión, en las que cada actor contaba con unas cuantas frases escritas y, a partir de ellas, se repentizaban los gags. Así, cuando el PP pide «una mayoría suficiente para el cambio», el PSOE replica con eso tan futbolero de que «hay partido», lo que supone una asunción bastante explícita de la derrota, pues sólo los equipos que se saben perdedores reclaman su derecho a competir hasta el final. ¿O acaso creían que la Junta Electoral iba a suspender las elecciones por superioridad aplastante de un contendiente en las encuestas? «Frenemos a la derecha», brama mientras tanto IU desde su esquinita.
La táctica de los socialistas era simple, como todas las que se adoptan a la desesperada. Negrín, en 1938, resistió a ultranza a la espera de que la guerra europea incidiera sobre la española. Sólo unos meses lo separaron del éxito. Griñán amagó incluso con retrasar la convocatoria hasta mayo, en virtud de no sé qué letra pequeña, para aumentar los meses de estancia de Rajoy en La Moncloa, con el consiguiente desgaste a causa de las duras medidas de ajuste. No se trataba de entregar Madrid para retener Sevilla, sino de intentar salvar Andalucía en vista de la segura derrota de Rubalcaba. Volvamos al principio: como en la lucha por la alcaldía de Sevilla, la campaña arranca con el PP puntito por encima o puntito por debajo de la mayoría absoluta, según quien encargue la encuesta. El PSOE, quedó dicho, proclama que «hay partido» e IU espera que esto sea cierto para arañar un trocito del presupuesto. Las mismas alusiones a los indecisos, las mismas esperanzas en despertar al adormecido electorado de la izquierda, la misma mitología acerca de la «mayoría progresista», la misma nostalgia de los triunfos pretéritos y, ¿el mismo desencanto cuando en la noche electoral se confirmen, o se superen, las peores previsiones? Porque puestos a rescatar frases tópicas, podríamos decir que «no hay dos sin tres» y que la marea azul barrerá por tercera vez las playas socialistas.