Sevilla
Cayetana y Alfonso sí quisieron
Ella no dejó de sonreír porque ha cumplido su sueño de casarse .«Soy muy feliz»
Sevilla- Que le quiten lo bailao. Literalmente. Descalza, en plena calle, sobre la alfombra roja y al ritmo de una rumba de «Siempre así», arqueando las manos como le enseñó Enrique «El Cojo» y meciendo su vestido de Victorio&Lucchino,Cayetana Fitz-James Stuart quiso celebrar con Sevilla su tercera boda, el «sí quiero» que le une en matrimonio a Alfonso Díez, hasta ayer funcionario del Ministerio de Trabajo y que ya es Duque consorte de Alba. Pasaban diez minutos de las dos de la tarde, con 33 grados de temperatura, cuando se vislumbraba a los recién casados en los jardines del Palacio de Dueñas. Con ritmo pausado y el gesto relajado, caminaron al frente. El griterío crecía por momentos y llegó a su punto más alto cuando la novia, de 85 años, y su esposo, 25 más joven que ella, atravesaron el arco principal. En ese momento, la Duquesa lanzó al aire su bouquet de 20 capullos de rosas blancas. Se quedó corta. Al segundo intento, María Dolores, de 23 años, toma el relevo. Y mientras el gentío sigue la trayectoria de las flores, Cayetana aprovecha para quitarse las bailarinas, Rafa Almarcha comienza a tocar su guitarra y Alfonso escolta a su esposa. «Cuando vuelva a Sevilla en primavera, volveré a mis veinte años, recordando sus callejas…», cantan. Y la Duquesa se arranca a bailar. Por momentos parece como si se hubiera quitado algunos años al lado del hombre que conoció hace cuatro en una tarde de cine y que poco más tarde fue el único en animarla a que se implantara una válvula cuando estaba postrada en una silla de ruedas.
Invitados inesperados
«Soy muy feliz», aseguró la Duquesa a la salida de la ceremonia.«Ha sido una boda perfecta», comentaba el recién casado Alfonso Díez, que se convirtió en Duque pasada la una y media de la tarde en una ceremonia que comenzó con puntualidad en la capilla del Palacio de Dueñas. Rodeados de una treintena de invitados, se dieron el sí quiero en una ceremonia religiosa que ofició el padre Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp, junto a otros dos sacerdotes amigos de la familia. Carlos, duque de Huéscar e hijo mayor de Cayetana, ejerció de padrino mientras que Carmen Tello, esposa de Curro Romero y amiga de la Duquesa, acompañó a Alfonso del brazo hasta el altar.
El guión siguió según lo previsto, con la ausencia de Eugenia y Jacobo y la compañía de los otros cuatro hijos de Cayetana, la presencia de los diseñadores Victorio&Lucchino en el enlace –a priori no estaban invitados–, los tres de los seis hermanos de Alfonso junto con su tía-abuela y su sobrina, además algunos de los ex de los hijos de la Duquesa, entre los que destacó Genoveva Casanova, a la que se vio muy cariñosa con el padre de sus hijos, Cayetano Martínez de Irujo.
En el interior, crónica del color de las bugambillas, tintes machadianos y un menú de bufet en el que se alternaban el gazpacho rebujito con hierbabuena y la tortilla española con la ensalada de angulas y caviar, el arroz a la provenzal con gambas blancas de Huelva y langosta en salsa americana, además de «tournedó» de ternera con salsa bearnesa y guarnición de pimientos de padrón, cebollitas francesas y patatas estilo Ducal. No hubo perdices, pero sí ave al limón en su jugo con verdura variada a la plancha y ensalada mimosa, mientras los postres se movían entre el tocino de coco, pastel de almendras con salsa de leche condensada y bomba de chocolate con salsa de turrón caliente.
Fuera de los muros de Palacio, aplausos a la entrada a Palacio de Joaquín, el heladero que ha creado un sabor para conmemorar el evento. Vítores al diestro Cayetano Rivera, a su novia Eva González y también para Fran. Pero la ovación del personal, para la Duquesa, por arrancarse por rumbas, y ponerse el mundo por montera al casarse con la oposición manifiesta de sus hijos. «¡Vivan los novios!», grita hasta quedarse sin voz Toñi. «Es nuestra Duquesa y puede hacer lo que quiera. Ya lo ha demostrado con Alfonso», apostilla su amiga Consuelo. Y mientras el pueblo filosofa, Cayetana se vuelve a calzar y se adentra con su Duque de nuevo en Dueñas. Marido y mujer. Genio y figura.
EL MOMENTO MÁS ÍNTIMO
Alfonso y Cayetana quisieron que sólo los más allegados presenciaran su matrimonio. A pesar de su tamaño, la capilla del Palacio dio cabida a los contrayentes, los padrinos y a más de 20 de los 35 invitados. Los pequeños detalles, ideados por Victorio y Luchino, incluían unas telas en tonos rosas y blancos para los reclinatorios y la inclusión de sillas especiales. El primogénito de la Duquesa, Carlos Martínez de Irujo, duque de Huéscar, fue el encargado de acompañar a su madre hasta el altar.
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