Mc Laren Honda

Sonroja «La Roja»

La Razón
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Lunes,15: estrategas
Fernando Alonso, doctor en Historia de España, debió armarla así así: «Yo no he venido aquí a luchar contra el tráfico, ni que este circuito fuese la Gran Vía de Madrid en hora punta». El caso es que en Abu Dabi ha ocurrido que el Mourinho de Ferrari en estrategia dijo que a quien había que marcar era a Webber: «¡A Webber, a Webber, que es el Cristiano Ronaldo que puede birlarnos el título; de Vettel ni preocuparse; hala, a ganar, Alonso!». El deporte, como se sabe, a veces es tan impredecible como el tiempo. Cuando vea a Fernando le consolaré así:
–Una putada, Fernando, hijo; y qué mentira más relativa es ese refrán que dice que no hay dos títulos sin tres. Los estrategas, como los refranes, fallan también.

Martes, 16: envidia

¿Es incorrecto que Mourinho no pueda abrir la boca del «verbo opinante» para trasmitir a la soberana afición del fútbol lo que siente o piensa?
–Claro que Mourinho tiene todo el derecho de este mundo y del otro para matizar sin zafiedad –sí con ironía, con el arte de la ironía– lo que le plazca, ¡no faltaba más! –me sacan de dudas los sabios en democracia fetén–.
A los tíos altos, guapos, millonarios y con ojos verdes, ¿se les envidia o no?
–Se les envidia, por supuesto –vuelven a sacarme de dudas los mismos sabios–.
El Real Madrid y Mourinho, consustancial y metafóricamente, simbolizan ese tío que pocos consiguen ser. Ocurre además que el verbo de Mourinho fascina. Me lo dijo el otro día una colega muy guapa (cada vez, por cierto, hay más colegas guapas en el fútbol, como en los telediarios, donde el «feminismo» está exterminando al «machismo»; ¿cuánto durará el «machismo» en el fútbol?). Digo que el otro día una colega de cine y pasarela me soltó:
–Me encanta Mourinho: guapo, elegante, millonario, con pelo (no como Guardiola) e inteligente. E irónico. Y culto.
En fin, la celtíbera dialéctica de la envidia.

Jueves, 18: «La roja»
Sonroja «La Roja». Dos síncopes de cuatro goles en el mismo año de la consecución del título mundial de fútbol es de parada cardíaca y tanatorio.
–Jo con nuestra querida España –se me despacha un amigo–: ni reserva espiritual de Occidente, ni burbuja inmobiliaria, ni trabajo, ni dinero de ZP para Gallardón, y ahora va y pincha la burbuja de «La Roja».
No es amical, ciertamente, nuestra «Roja»; la amistad no se le da.
Lo cual que insiste quejumbroso mi amigo:
–Qué poco dura la alegría en los países con hipercrisis. Ya ni «La Roja», la única cosa roja que prestigiaba a España en el mundo. Cuando se es alguien –sermonea– hay que serlo siempre, tanto en las competiciones que dan honores como en los encuentros amistosos que dignifican esos honores, pues si no a la mierda, que diría mi leído Arturo Pérez Reverte.
Uno, sin embargo, como es genéticamente optimista y cree en Vicente del Bosque y en su infantería de borceguíes, confía «ciegamente» en que no le ocurra a la burbuja de «La Roja» lo que a la burbuja del ladrillo.

Sábado, 20: tic, tac
«El Madrid mata en un tic, tac», dice Joaquin Caparrós. Cierto: 5-1 al Athletic, cifra desmesurada, ante la cual, y pensando en el día 29, Mourinho reflexiona: «Éste es el estado de ánimo del Real Madrid». El Barça, por su parte, sin piedad, destroza al Almería: 0-8. Pep Guardiola, ante tan escandaloso e insólito guarismo y pensando también en el 29-N, seguro que rumia cisnerianamente: «Estos son mis poderes, Mourinho». Día 29, lunes, día de San Saturnino, obispo y mártir, el «tiquitaca» del Barça contra el «tic, tac» del Real Madrid. ¿Quién será el martirizado?