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Engels el socialista de pega

El motivo de una biografía es la comprensión de un hombre, el origen de sus inquietudes, las causas que determinaron sus decisiones. ¿Qué hace que un individuo se rebele contra su clase social y su familia?

La Razón
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En un momento de crisis, en el que se cuestionan los pilares que sostienen el libre comercio y el mercado reclama trabajadores cada vez más baratos, no está mal aproximarse de nuevo a Friedrich Engels. Ahora que se ha extinguido la alargada sombra de la URSS, quizá sea el instante adecuado para revisitar su figura sin los prejuicios históricos que hemos heredado de la Rusia de Lenin y Stalin, debatir su influencia en la redacción de «El manifiesto comunista» y «El capital», y preguntarse hasta qué punto es responsable de las dictaduras comunistas y de los asesinatos cometidos en nombre del marxismo. El historiador Tristam Hunt traza un intenso retrato intelectual y vital de este personaje contradictorio, propietario de una industria textil y cofundador de una de las teorías políticas más importantes y difundidas en los siglos XIX y XX.

Bohemio, bebedor, juerguista, pertinazmente combativo en las barricadas, defensor de la caza del zorro (ambiente en el que se codeó sin complejos con lo más distinguido de la aristocracia británica), Engels siempre disfrutó de una vida acomodada. Gastaba cierto «aire de tunante» que le procuró éxito en los asuntos amorosos, y apreciaba «el Château Margaux, la cerveza Pilsener y las mujeres caras» (aunque en su madurez censuró la prostitución, durante su juventud recurrió a ella sin titubeos). El autor describe con minuciosidad la industrialización, el pauperismo, los barrios obreros y la atmósfera cultural y filosófica que impregnaba aquellos años. Pero, sobre todo, Hunt narra de una forma extraordinaria el viaje ideológico que condujo a Engels al comunismo. Aborda el ambiente puritano de su infancia, el romanticismo de su juventud, el descubrimiento de los principios socialistas y el decisivo encuentro con Karl Marx, con quien fraguó una inquebrantable «asociación ideológica» que se mantuvo hasta la muerte de éste (una relación que está espléndidamente contada).

Al principio del siglo XXI, la descripción de las condiciones laborales de China se parecían a las de Manchester en 1840. El autor se plantea, por eso, si es justo, como se está haciendo ahora, disculpar al «humanista» Marx de la China de Mao y la Camboya de Pol Pot, y acusar solamente de sus abusos al «mecanicista» Engels, el amigo fiel que optó por un papel secundario en la historia para que su compañero desarrollara una tesis que otros llevarían muy lejos.