Los primeros compases de la precampaña electoral suenan diferente a la tediosa discusión esencialista a la que nos han sometido las fuerzas separatistas y las separadoras.
Abierto el baile uno de los primeros debates se ha centrado en las propuestas dirigidas a cómo hacer frente a dos temas de primer orden: el alto nivel de paro juvenil y el preocupante abandono o fracaso escolar.
Mismo tema, propuestas diferentes. Los nacionalistas catalanes abogan por la recuperación de la figura del aprendiz, aquel que trabajaba y aprendía en el taller del maestro sin cobrar, los socialistas optan por darles créditos, mientras se forman, a los jóvenes ni-ni (ni estudian ni trabajan) que deberán devolver después cuando trabajen.
Unos critican a los otros, por apostar por un modelo gremial del siglo XIX para abordar el siglo XXI y los otros le recriminan a los unos, el gasto público que implica formar a los futuros fracasados sociales, para intentar que no lo sean.
Las campañas deberían ser eso: confrontación de ideas y propuestas sobre los problemas existentes, para que el electorado decida por cual opta. Y este debate lo es. Tiene de todo: un tema trascendente y unas propuestas diferenciadas, que evidencian sensibilidades contrapuestas.
¡Ójala toda la campaña fuera así!