Ceuta

Visita a Rabat y Al Qaida

La Razón
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La visita que el ministro del Interior realizará hoy a Rabat ha sido precedida inopinadamente por la liberación de los dos cooperantes españoles secuestrados desde noviembre por Al Qaida, Roque Pasqual y Albert Vilalta. Al margen de los datos concretos, esta venturosa circunstancia dota al viaje de Rubalcaba de una dimensión que va más allá de los problemas fronterizos y de los roces policiales entre ambos países. La amenaza del terrorismo islámico tiene la fuerza, la persistencia y la entidad suficientes como para justificar, por sí sola, una larga entrevista entre los ministros español y marroquí encargados de la seguridad ciudadana. Es necesario, qué duda cabe, deshacer los malentendidos y las fricciones que han marcado las relaciones durante este mes de agosto, con sobreactuaciones y desmesuras por parte marroquí que son impropias de una buena vecindad. Es de esperar que el ministro Rubalcaba, que no es manco en habilidades diplomáticas, ponga las cosas en su sitio y a su homólogo marroquí en el suyo. Es inaceptable, por ejemplo, que se insulte y se veje a las mujeres policía españolas, como también es inadmisible que se denigre a la Guardia Civil, que tantos cientos de vidas salva cada año en aguas del Estrecho. La opinión pública española está hastiada del acoso recurrente de Rabat a Ceuta y Melilla, y espera del Gobierno una actitud más nítida, más inequívoca y más enérgica que la exhibida durante este mes de agosto. En realidad, la pasividad del Ejecutivo ha sido tanto más preocupante cuanto se ha limitado a solicitar del Rey una llamada telefónica al monarca alauita, gestión que a juzgar por los resultados no es descabellado calificar de prematura. Como bien expresó días atrás Juan José Imbroda, presidente de Melilla, la obligación de Rubalcaba es pedir explicaciones a Rabat, no darlas. Al menos en lo que concierne a los contenciosos de su departamento. Pero con la misma convicción, porque lo valiente no quita lo cortés, el ministro español debe fortalecer los acuerdos de cooperación para luchar contra la amenaza terrorista islámica. El último informe del Departamento de Estado norteamericano no deja lugar a dudas: España está en el punto de mira de Al Qaida como «objetivo preferente». El secuestro en Mauritania de los cooperantes españoles no es fruto del azar, sino que obedece a una estrategia pacientemente planificada que los terroristas ejecutarán cuantas veces puedan, porque su razón de ser es secuestrar y atentar a quienes tienen por enemigos mortales. Por tanto, y más allá de roces fronterizos y suspicacias de vecino avinagrado, cabe esperar mucho de esta visita en materia antiterrorista. Sería inaudito que se repitiera un ataque criminal como el del 11-M, cuyos autores conocidos procedían o tenían relación con Marruecos, lo que no conviene olvidar. Y de nuestro vecino depende también en gran parte que Al Qaida no arraige y se propague por el Magreb, poniendo en riesgo la estabilidad de la zona. Si a ello se añade un apaciguamiento de la «guerra» de las mezquitas que se libra en tierras españolas entre diferentes tendencias y obediencias, el viaje de Rubalcaba no habrá sido inútil ni baladí.