El Cairo
Tahrir clama contra el Ejército
Egipto vive la mayor jornada de protestas desde la caída de Mubarak/ La Junta Militar resiste el órdago de los manifestantes y se niega a entragar el poder a los civiles
El mismo ritmo y los mismos lemas en la plaza Tahrir, pero con diferente nombre: los manifestantes cantaban ayer contra el primer ministro electo, Kamal al Ganzuri, que confirmó haber recibido el encargo de formar un gobierno de transición con «plenos poderes» y «más prerrogativas que el anterior», y para el cual prometió que contará con todas las fuerzas y partidos políticos.
Para los manifestantes, Ganzuri no es más que otro títere en manos de los militares y una «momia» procedente del régimen del ex presidente Mubarak. El tecnócrata de 78 años ya fue primer ministro del dictador en los años 90, lo cual le desacredita. Además, ha sido nombrado a dedo por el Ejército, que ocupa la presidencia del país desde la caída de Mubarak el pasado 11 de febrero. «Hicimos una revolución para poder elegir a nuestros gobernantes», decía indignada ayer Siham, una mujer de mediana edad en Tahrir, donde ayer tuvo lugar otro gran viernes de protesta que recordó a los vividos hace 10 meses. Decenas de miles de personas pidieron ayer al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas que ceda el poder a una autoridad civil en una manifestación que pretendía ser la última y definitiva. Pero el Ejército no parece dispuesto a dejarse derrocar fácilmente ni por el creciente descontento popular ni por la presión de su principal aliado EE UU, que pudieron en su momento con Mubarak. Incluso después de una semana de protestas y violencia en las calles de Egipto, que ha dejado 40 personas muertas, los generales siguen adelante con esa falsa transición a la democracia que ellos mismos han estado diseñando, manipulando y retrasando. Después de haber prometido un gobierno de «salvación nacional» esta semana y haber dejado soñar a los egipcios con un gabinete encabezado por una figura opositora e independiente, la elección de Ganzuri decepcionaba una vez más y ayer por la tarde calentaba los ánimos en Tahrir, de donde salían algunos centenares de personas hacia la sede del Consejo de Ministros, situada junto a la plaza.
«Esto no puede ser: cada poco tiempo el Ejército nos impone un nuevo gobierno, como si esto fuera democracia», decía indignada Siham junto a dos amigas, todas ellas con el velo islámico, que acudieron a Tahrir a protestar, al igual que muchas otras mujeres que no se dejaron desanimar por los casos de acoso sexual que han tenido lugar en los pasados días en el corazón de El Cairo.
Mujeres, hombres, familias, muchos niños, todos unidos en contra del Ejército y de su líder, el mariscal Mohamed Husein Tantawi, el «musir» (en árabe), y que todavía llenaban la plaza al cierre de esta edición, sin intención de marcharse hasta que los militares lo hagan. Una nueva revolución a tan sólo dos días del comienzo de las primeras elecciones de la era post Mubarak, que para muchos egipcios han dejado de tener sentido después de los eventos de la última semana y en las actuales circunstancias. Ayer en Tahrir se hacía campaña por un consejo presidencial que sustituya al Ejército y gobierne el país en este momento de inestabilidad e incertidumbre, en el cual parece muy poco probable que puedan celebrarse unos comicios verdaderamente libres y limpios, y sobre todo seguros.
Los militares rechazan posponer las elecciones legislativas que empiezan el lunes y que no terminarán hasta enero. Ayer la Junta anunció que extenderá el periodo electoral de uno a dos días, en cada una de las tres fases que compondrán las votaciones. Los Hermanos Musulmanes –principal grupo opositor de Egipto, que cuenta con un amplio apoyo popular– tampoco quieren posponer los comicios. La Hermandad, aliados del Ejército, boicoteó ayer la protesta de Tahrir, traicionando a los revolucionarios por segunda vez esta semana, con la vista puesta en las elecciones para las que parte como favorita y pretende hacerse con al menos un tercio del Parlamento.
«El cambio llegará»
Mohamed Al Baradei, premio Nobel de la Paz, se dirigió a los manifestantes en la plaza Tahrir, megáfono en mano, y prometió que el cambio llegará. La presencia de Al Baradei se produjo después de que la oposición anunciase la creación de un comité para analizar con el Ejército el final del régimen de Mubarak.
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