Francia

Un ordenador por niño

La Razón
La RazónLa Razón

Es ya tópico en los periódicos el tema de los males de la enseñanza. Todos están de acuerdo en que los niveles han bajado, y también, muchas veces, la disciplina y amor al trabajo y al saber. Se echa la culpa ya a los centros ya a los profesores, a las familias, a la sociedad. Parte de razón hay en todo, pero apenas se proponen remedios. Los grandes partidos, que antes tenían sus opciones, callan sobre el tema. Lo dije en LA RAZON.

Y es que los efectos casi mágicos que sus fautores esperaban de la LOGSE con su fusión de enseñanzas, descentralización, aprender a aprender, lo lúdico, el oscurecimiento del profesor a favor de la creatividad de los alumnos, multiplicidad de opcionales, rebajamiento de las Humanidades, ataque contra la memoria, etc. han quedado en nada, ha sido al contrario, pero no se quiere reconocerlo. Han caído exámenes o son ya mera fórmula, se ha abaratado el ingreso en los cuerpos docentes. Todo funesto. Pero se hace difícil renunciar a los tópicos sagrados. Pedagogos y psicólogos siguen siendo los grandes pontífices, los antiguos y competentes profesores callan, al menos en público. Sus recetas de esfuerzo y selección no están de moda. Así, la enseñanza secundaria tiende a hacerse primaria, la universitaria, con el ingreso de alumnos de bajo nivel y el mensaje de Bolonia, tiende a hacerse secundaria. En todas partes, pero sobre todo en España. De Bolonia hablan casi todos mal, pero menos en público, opera el mismo tabú.

El resultado ya lo ven en los informes PISA. En definitiva, como escribe recientemente González Ballesteros, «La bajada de la calidad ... es consecuencia del efecto LOGSE». Sobre esto hemos escrito muchos. Lean, por ejemplo, para dejar aparte mis escritos, libros y docenas de artículos, obras como el libro de Javier Orrico, «La enseñanza destruida» o la colección de artículos de personalidades relevantes recogidos en «Entrevista a la Enseñanza», de Carmen Leal. Mil cosas más. En Francia, «La enseñanza en situación de angustia», de Jacqueline de Romilly, los títulos de cuyos capítulos son ilustrativos: «La corriente invasora de la ignorancia», «El igualitarismo contra la emulación», «La politización», etc. En fin, se ha logrado el aumento exponencial del número de alumnos, pero ha fallado el objetivo, si es que lo hubo entre nuestros archimandritas culturales, de no bajar la calidad. Y el resultado es, entre otros, alumnos con dificultades para la lectura y el recuerdo, para el saber crítico. Hay el protagonismo de los medios audiovisuales. Va acompañado de la decadencia de la literatura escrita y el descenso en la difusión de la prensa escrita, la única que permite una exposición crítica de los hechos. Porque se ha hecho la guerra a la memoria, con el famoso argumento de la lista de los reyes godos. Un alto funcionario ministerial al que pregunté, cuando me exponía las bondades de la LOGSE, «¿y de dónde van a aprender los chicos?», me respondió: «Para eso están las enciclopedias (hoy diría la wikipedia) y la televisión».

Podría seguir hasta el infinito. Y los que se han dedicado a la enseñanza, no tantos teóricos, podrían confirmar lo que digo. En realidad, más o menos vagamente lo sabe ya todo el mundo. Pero no ven las soluciones o no se atreven a proponerlas. La adoración de una igualdad a la baja los acompleja.

Bien, no me alejo de mi título, que pregunta sobre las bondades de un ordenador por niño. Un ideal propuesto muchas veces, parece que eran sólo razones económicas las que lo hacían lejano. Un ordenador que, según algunos, sería como una especie de sustituto del maestro, destinado éste a guiar las búsquedas de los alumnos, contestar las preguntas. No más. Estos harían búsquedas en libertad, espontáneas, lúdicas. Pues bien, en un movimiento de buena fe, exponiendo los hechos, nuestro Ministerio de Educación ha publicado los resultados de un informe encargado por él sobre el uso del ordenador en la escuela. Y el informe dice que son superiores los conocimientos del niño que ha estudiado sin ordenador. Esto lo sabíamos todos.

La verdad, el ordenador es una ayuda para buscar datos. Pero tenemos que tener ya muchos en nuestra cabeza, junto con recursos para relacionarlos, criticarlos. Hay que «saber»: necesitar para todo de una especie de cabeza superior fuera de nosotros, sería empobrecernos. En el límite debemos «saber»: ampliar nuestro saber natural con el saber implantado: con la cultura. El reducir ésta a mínimos, es embrutecer a la persona. La función de la inteligencia y la memoria nos son necesarias. Y los datos fundamentales deben estar en nosotros, no en el aparato, que tiene su utilidad, pero es complementario del depósito de nuestro saber, de nuestro sentimiento, de nuestra capacidad para explorar, crear, criticar.

Seamos hombres, no máquinas, éstas son un mero auxiliar, útiles en su momento. No en el de hacernos poco a poco verdaderos hombres. Ni nos dejemos llevar por utopismos ni por los intereses de los que venden las máquinas. Ni por los prejuicios de los nuevos ideólogos, que están disminuyéndonos.