Natación
Casablanca por Julián Redondo
Los futbolistas, no todos tan ricos ni tan famosos, ni todos matrimoniados con señoras despampanantes, son causa de envidia general. La eliminación de la selección olímpica ha servido de chanza, venganza y lapidación en la plaza pública. Quienes esperaban (esperábamos) una medalla recuerdan, con las venas del cuello como sarmientos, que ya lo dijeron ellos; presagiaban el desastre y tras éste adivinan el apocalipsis. En los Juegos, el oro es el éxtasis; la plata y el bronce, alegría que añadir al cajón de los metales, y el de España está vacío. Wildeboer no es Lochte, ni siquiera Phelps, y Mireia no es Yen Shiwen, nadadores que vuelan sobre las aguas. Mas, como a Bogart y a Bergman en «Casablanca», nostálgicos de París, siempre nos quedarán las chicas del waterpolo, los chicos del hockey, y Almagro, Feliciano, María José Martínez, David Ferrer, Iker Martínez y Xabi Fernández hasta que ganen o pierdan, y Alonso, Nadal, Pedrosa, Lorenzo, Márquez, «La Roja» y Contador, que también existen, faltaría más.
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