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«David Copperfield»: Lon inolvidables de César Vidal

La Razón
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Me encontré por primera vez con «David Copperfield» cuando no había cumplido los diez años. Fue en la pantalla en blanco y negro de la única televisión que había en España. En ella, Francisco Valladares encarnaba al personaje de Dickens con su solidez habitual. Atraído por el ritmo del relato, me sumergí en las páginas de la novela no mucho después gracias a una edición de bolsillo muy económica –costaba como mucho cincuenta pesetas– que publicaba Bruguera en Libro Amigo. La historia de «David Copperfield» – en buena medida, autobiográfica del propio Dickens – me resultó extrañamente familiar aunque yo no fuera un niño inglés. También yo había conocido en mis primeros años las carencias económicas, pero, lejos de convertirme en un resentido, de manera más o menos intuitiva, también había aprendido que la única manera de salir de ellas era no recibir la sopa boba de los conventos o la ayuda de un Estado todopoderoso, sino el denodado esfuerzo personal que se apoya de manera primordial en la educación. Ahora que nuestro sistema educativo se ha desplomado gracias a la LOGSE y que un título de bachiller no sirve de nada, el mensaje de Dickens sonará ingenuo, pero era indiscutible en mis primeros años. Mostraba Dickens, a través del personaje de Micawber, que para ser felices hay que aprender a no gastar más de lo que se tiene. Como decía Micawber, la diferencia entre la dicha y la desgracia estaba en gastar lo que se tenía o gastar lo que se tenía y un penique más. Si nuestros gobernantes leyeron alguna vez a Dickens lo han olvidado. Es una pena, porque «David Copperfield» es una novela extraordinaria y no sólo por las lecciones morales que encierra, sino por los conflictos humanos que relata y la manera en que los aborda. De ahí que Dickens no haya dejado de ser editado, leído y adaptado en las naciones de buena altura cultural. No puede decirse lo mismo de España. ¡Qué tiempos aquellos en que en nuestra nación era común leer a Dickens como sigue sucediendo ahora en el mundo civilizado! Si ahora se pregunta a los jóvenes algo sobre «David Copperfield», a lo sumo responderán que es un mago.