París

Joselito: «Pude ser rico muy rico pero me engañaron mucho»

LA RAZÓN regala «El pequeño ruiseñor», el primer éxito del otrora niño prodigio

Una escena de la película con la que Joselito debutó en el cine
Una escena de la película con la que Joselito debutó en el cinelarazon

Como le sucedió al boxeador que se acabaría suicidando, o a la estrella de la televisión que terminó esnifando en los lavabos, Joselito fue el que menos dinero ganó en la explotación de la mina de oro que fue su voz: al ruiseñor lo desplumaron volando los quebrantahuesos o los buitres que le acompañaron durante años por las altas cumbres. Conserva los ojos vivos del niño prodigio que lo vio todo antes de tiempo, del cazador que conoció selvas y guerras. LA RAZÓN regala el próximo viernes su primera película, «El pequeño ruiseñor», dirigida por Antonio del Amo.

–¿Qué recuerdos tiene de aquella película?
–Muy bonitos, porque era la primera. Fue un bombazo de taquilla que me convirtió en estrella de la noche a la mañana.

–Un éxito difícil de asimilar para un niño, me imagino.
–Quizá, pero yo lo digerí bien porque cuando hice la película ya estaba en el mundo del espectáculo, ya me había descubierto mi padrino Luis Mariano y había actuado en Francia. Estaba acostumbrado a los focos y también a los aplausos. Me apetecía mucho el cine porque lo que quería era dejar los bolos, las actuaciones aquí y allá; eso era más pesado que el cine.

–En la película es un huérfano de padre que no pierde la esperanza de encontrar a su madre...
–Y al final lo consigo. Mi madre era la campanera del pueblo. Y de ahí la famosa canción, «Campanera».

–¿Qué esperanza no ha perdido aún?
–La de seguir haciendo cosas. Intervenir en películas, trabajar en la tele y hacer galas por diversas partes del mundo.

–En el cine le dan pequeños papeles...
–Pequeños o grandes, el caso es estar ahí. Papeles como el que he hecho en «Spanish Movie» o en «Torrente 4», que se estrena pronto.
(Entre los años 50 y 60 hizo una docena de películas. Antes, otra historia: Luis Mariano había ido a Valencia a cantar en las Fallas, y ante el Rey de la Opereta, ídolo en Francia, llevaron al pequeño Joselito, el prodigio local, la gran promesa. Joselito le cantó y Luis quedó boquiabierto, así que se lo llevó a París, lo apadrinó e hizo que debutara en la TV francesa. Aún recuerda el Ruiseñor a Maurice Chevalier, a Silvana Pampanini... Era el niño milagro, el que había hecho el viaje a la inversa: él no llegó de París colgado del pico de la cigüeña, él fue a París del brazo del cantante español más admirado y mimado en Francia.)

–Éxito en el cine, giras por Francia, México, toda América...Tuvo que ganar mucho dinero.
–El dinero lo ganaron los que estaban a mí alrededor; mi apoderado, que se quedó con casi todo, los productores...Yo fui el que menos ganó. Tendría que haberme hecho rico, muy rico, para toda la vida, pero no pudo ser. Me engañaron mucho.

–Fue, con Marisol, el niño más internacional que ha dado España...
–Sin ninguna duda.

–¿Diría que fue feliz?
–Fui feliz... con decepciones. En vez de jugar, trabajaba todo el tiempo. Así fue siempre. Luego eché en falta no haber jugado, una infancia más normal, pero en aquella época, cuando estaba en la cumbre, me parecía que todo lo que hacía era normal, lo que hace todo actor y cantante que está en racha, que es aclamado en todo el mundo. Hacía lo que tenía que hacer.

–¿Y hoy? ¿Qué hubiera hecho hoy si la historia se repitiera?
–Habría sido menos confiado y vivido de otra forma, más organizado, con tiempo para jugar, estudiar y hacer cine.
(A los 13 años, cuentan, tenía que aparentar 9: «Los productores no querían que me hiciera adulto porque se acababa la gallina de los huevos de oro, así que hacían lo posible por mantenerme en la infancia». Conserva el humor: «Bueno, tuvieron la ventaja de que no crecí mucho». Se hizo adulto pese a todo, le cambió la voz y en ese mismo instante la carroza se convirtió en calabaza. Luego, cazador en Angola, «pero no es verdad que fuera mercenario; eso se lo inventó un periodista español que andaba por allí: Angola estaba en guerra y me vio con los soldados, cazando. Cazar era mi pasión». Después, su lío con las drogas.)

–Una vida intensa. ¿Nadie va a hacer la película o la serie?
–Se va a hacer pronto.

–¿Qué prefiere olvidar?
–Los malos tiempos de mis problemas con las drogas. Bueno, ya han pasado 18 años. En realidad, bien pensado, yo no quiero olvidar nada: es mi vida.

–Participó en «Supervivientes». Eso es: un superviviente.
–Siempre lo he sido, un superviviente que al final ha salido a flote. Cuando hay que apretar los dientes, se aprietan y se aguanta lo que sea. Soy un luchador.

–Y ahora, ¿vive bien?
–Vivo bien. Viajo con mi mujer por todo el mundo, voy al fútbol con los amigos, estoy bien de salud... Hago una vida bonita.
(Dice que nunca ha pasado hambre desde que se hizo artista; hace la TV que puede y cine cuando le llaman. No ha dejado ningún vicio: fuma, bebe y come de todo. Dice que envejece sin darse cuenta: «Ante el espejo me sigo viendo bajito; es lo que hay». Dice que la felicidad consiste en no tener problemas, tener una buena mujer y salud para algo más que respirar).


De Francia a México
Antonio del Amo dirigió este taquillazo que se estrenó el día 1 de enero de 1956. Además de Joselito en el papel principal, completaban el reparto Jose Prada, Mariano Azaña, Lina Canalejas y Mario Berriatúa. Se rodó en Guadalupe (Cáceres) y posteriormente se editó un disco con las principales canciones de la banda sonora de la película, incluyendo las famosísimas «Campanera» y «Galopa jaca», con las que lograría un gran éxito. El filme no sólo triunfó en España, también tuvo una gran acogida en Francia, Italia y en numerosos países de habla hispana, como México y Argentina.