China
Botijo way
«Estoy en China», le digo a mi progenitora por teléfono. «¿Cómo que en China?, ¿no me habías dicho que te ibas a Shanghái?», me responde ella, mosqueada. «Shanghái está en China», le aclaro con un suspiro. «Mira que irte a China en vez de venir a las fiestas del pueblo…», me reprocha agriamente, «bueno, pues corta ya que te va a salir por un pico, seguro que los euros chinos son carísimos». «Cada día más», confirmo entre toses. «¿Estás resfriada?»… «Sí, en Asia todo el aire es acondicionado», digo. «Pues si tienes gripe y estás en Asia, eso es la gripe asiática», me apunta la autora de mis días, con lo que me anima un montón. Le digo que ya he descubierto por qué los asiáticos son más listos que los occidentales: «En cuanto son capaces de mantener el cuello erguido, sus madres los dejan delante de un par de palillos con la comida en un cuenco, en vez de darles todas esas facilidades del tenedor y la cuchara… Estoy segura de que comer con palillos es un ejercicio de habilidad psicomotora que estimula el cerebro y el cuerpo. No sé si se han realizado estudios al respecto, pero en cuanto vuelva a España, si es que me decido a volver, pienso ofrecer esta idea, graciosamente, para ver si se hace eco una de esas instituciones que se dedican a analizar estas chorradas. Quizás confirmen mi teoría». Mi madre guarda un silencio receloso antes de responder taimadamente: «Desde luego, tú hacías bola, si llego a saber lo de los palillos…». Le digo que, nada más llegar a China, he comprobado que en las calles no hay muchos más chinos que en mi barrio del centro de Madrid, en realidad. «Abrígate bien, y come», me ordena la autora de mis días. «Estamos a cuarenta grados a la sombra. Y he engordado porque, aunque la comida es saludable, la cerveza es más barata que el agua y como mi economía es la única que no ha crecido de toda la Eurozona, me tengo que hidratar de alguna manera. Ahora tengo unos buenos mofletes. Parezco una ardilla atiborrándose de nueces», le cuento, orgullosa, «ya sé que tú prefieres que veranee con un botijo y la última letra de la hipoteca colgándome del pecho como un escapulario, pero yo estoy decidida a encontrar un local y montar aquí un Todo a Cien. Lejos de la Agencia Tributaria».
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