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Tranquilos todo está bajo control por Paco REYERO

La Razón
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Griñán se adornó en la afrenta personal, de «eso no me lo dices tú en la calle» que le lanzó a los del PP sacándose un sapo de la garganta nada más abrir la boca. Nos pareció que había venido, además de a emborronar hábilmente el fraude, a planchar a los de la «banda contraria». El presidente tuvo un conato de «arremangarse» y, como si los ERE fueran una cuestión sentimental de Capuletos y Montescos, reclamó antes y después de su comparecencia, que lo miraran a los ojos en un desafío de barriada. Esa irritación presidencial, del que viene a quitarse una astilla, amenazó con cambiarle el tono doctrinal que se había marcado para su comparecencia. Sólo fueron un par de rayas de tiza en la mesa para marcar el territorio de una exposición técnica, de bagaje. Sostenido sobre presuntas paradojas jurídicas, Griñán reafimó la legalidad de la concesión discrecional de ayudas sembrando dudas.... ¡sobre la ilegalidad de la catalogación ilegal de éstas! (Ahí queda escrito). «Tengo mis dudas, no es un debate pacífico, si a mí me preguntaran...», decía desde una posición entarimada. Y a su altura no llegaba Alba Doblas, levantando menhires para cazar una manada de elefantes, que se le iba entera y al trote. Doblas, voluntariosa por decir algo, abocetaba escándalos tan grandes como borrosos: «¿Sabía usted, señor Griñán, que una empresa recibió 9 millones sin poner una piedra? ¿Y que un comisionista cobró 25 millones por dos operaciones?». Griñán, se encogía de hombros y si acaso. Amparado en pasajes ambiguos de la comparecencia del interventor general, bien cocinados en el despacho, hizo ver que el pollo era cordero. Toda esta arquitectura discursiva tuvo cabida merced a la falta de pulso de los comisionados (queremos decir de los del PP e IU, porque los del PSOE sacaron ayer la matrícula de alumno-oyente y no se tomaban ni la molestia de preguntar). La verdad es una urgencia y el parlamentarismo un instante para iluminarla, pocas veces tan desaprovechado. El presidente fue capaz de convencer a los no advertidos; para los demás pareció el neoyorkino que cae del Empire State y a la altura del piso 40 alguien desde una ventana le pregunta, «qué tal», a lo que contesta, «por ahora, bien». Todo se reduce a salvar un momento, no caben diez años de fraude en dos horas.

Ayer concluyó la serie televisada de los ERE, pero hubo otros capítulos anteriores, que sería oportuno recordar ante la lección de «todo está bajo control» de Griñán: 1) El interventor dijo desde el mismo sillón que el presidente: «Nosotros lo advertimos y quien tenía que tomar decisiones no las tomó (en 2005)». Si un vecino le advierte que sale humo por su extractor, usted, ¿qué haría, iría a apagarlo o esperaría que le mandará una carta confirmándolo? 2) En las comparecencias de Manuel Recio, ex consejero de Empleo y del actual de Economía, hay discrepancias sobre el número de intrusos. Hoy no se sabe cuántos son. 3) El ex viceconsejero de Empleo, Justo Mañas, no pudo precisar la cantidad de dinero recuperada tras el fraude, aunque sostuvo que era menor. Confirmó que no había un plan formal de actuación para reparar las consecuencias. Cesó en 2012.

PD: Todas las comparencias de los ERE están en la web del Parlamento. Dosifíquenlas, por su propio estado de ánimo.