Hamburgo
Polígonos verdes para reactivar la industria
Convertir Madrid en epicentro del tejido industrial pasa por desterrar las viejas naves y apostar por complejos donde prima el ahorro de agua y energía, con zonas verdes y con los centros de logística alejados de núcleos urbanos
Es hora de empezar a mirar el futuro que habrá detrás de la crisis. Y en el sector del suelo industrial se están preparando para salir del bache. Durante el foro Arpegio celebrado esta semana en La Razón, los ponentes señalaron que si bien el 2010 está perdido, en el 2011 hay tímidas señales que pronostican unas mejoras, sino a nivel de financiación, sí a nivel de interés extranjero en el sector industrial. Este desarrollo urbanístico desbanca al suelo residencial en las políticas de la Comunidad de Madrid, ya que el sector industrial es «el primero que sufre las consecuencias cuando hay una crisis y por donde se inicia la recuperación económica», como apunta Sergio Lerma, propietario de la empresa constructora Oproler.
La gran apuesta de Madrid, que en fases y a largo plazo (unos 15-20 años) pretende poner a disposición de las grandes industrias unos 28 millones de metros cuadrados de suelo, tiene un marcado perfil de respeto hacia el medio ambiente. Si se cumple, dicen los expertos, asegurará el trabajo de los próximos 25 años. Es el Plan de Infraestructuras Logísticas, que prevé la creación de hasta siete plataformas que «vertebren de una vez la Comunidad de Madrid», en palabras de José Trigueros, director general de Evaluación Ambiental de la Consejería de Medio Ambiente de Madrid, en unas ubicaciones que respeten el entorno y alejadas hasta 30 km de los núcleos de población.
Primeros desarrollos
Pero no hay que irse tan lejos en el tiempo para empezar a hablar de nuevos polígonos industriales. La actuación más inminente es poner a disposición de los protagonistas del sector los primeros dos parques industriales en la segunda mitad del 2011: tres millones de metros cuadrados en Arganda del Rey y dos millones y medio en Meco. Traducido, al menos sobre plano, a niveles medioambientales, más de 10.000 árboles. Porque «el efecto verde también vende. Lo sostenible es rentable; te hace competitivo», apuntó durante el debate Pedro Bernad, director de proyectos de Arpegio (la sociedad pública de la Comunidad encargada de la gestión del suelo industrial).
De momento, las condiciones parecen alinearse a favor de recuperar el desarrollo industrial y, aunque durante el debate se oyó que en época de crisis y con un 20 por ciento de paro hay que hacer de tripas ecológicas corazón, nadie pareció dudar de que no se pueden perder las conquistas medioambientales conseguidas hasta ahora. Madrid es punto estratégico entre el Atlántico y el Mediterráneo, puente entre África y Europa y juega en la liga competitiva de ciudades europeas como Hamburgo, París o Londres con una ventaja, el precio.
La Comunidad crece y lo hace al doble que el resto de España; el 0,4 frente al 0,2 por ciento de aumento del PIB en el último trimestre, según datos del Funcas (Fundación de las Cajas de Ahorros), las inversiones en Madrid representan el 65 por ciento de las que se realizan en España y además el precio es bajo. La crisis ha provocado una caída del 50 por ciento en el precio del suelo y un 30 por ciento en la construcción, apuntaron los ponentes. Los primeros contactos muestran que los planes de la Comunidad interesan a sectores como el de la automoción, el textil, aeroespacial y el resto de industrias de valor añadido, que «buscan mano de obra cualificada», apuntó Bernad.
Pero todo punto de partida tiene sus pros y sus contras. A Madrid le falta suelo industrial de las características que exigen los grandes operadores logísticos internacionales, objetivo de estas políticas activas en suelo. Quienes exigen ahora mismo parcelas de más de 40.000 m2, accesibilidad y servicios, además de confianza. «En los últimos años, España no ha dado una situación de confianza suficiente para que el gran inversor venga a establecerse aquí», determina Miguel Ángel Ruiz, consejero delegado de Arpegio.
El mercado de las mini naves ha desaparecido y el polígono a la vieja usanza, cerca del núcleo urbano, de calles estrechas y sin árboles a nadie le interesa. Arganda y Meco serán, dicen, los espejos para los futuros desarrollos industriales de la capital. Contarán con redes separadas para el tratamiento de aguas negras y aguas pluviales. La intención es que se reutilice el cien por cien de las aguas de lluvia mediante pavimentos impermeables, que permitan drenar el agua de escorrentía, y enormes vascas para el riego y la limpieza. Las bombillas de bajo consumo y sistemas de sensores reducirán, aseguran, el consumo energético un 20 o 30 por ciento. Mientras que la instalación de puntos limpios permitirá el reciclaje del 80 por ciento de los residuos. Se replantarán de dos a cuatro árboles por cada uno de los que se tale y, además, aparecerán servicios como aparcamientos y «showroom» para las compañías.
Exigencias de futuro
Como señaló Trigueros, la crisis agudiza el ingenio y, aunque las exigencias de la Administración –apuntó– son muchas, se sigue haciendo un esfuerzo de investigación porque «la sostenibilidad requiere inversión inicial pero el coste de los mantenimientos posteriores se reduce». Y las empresas no son ajenas a las necesidades medioambientales y el nivel de autoexigencia y la preparación parece que van en la buena línea.
Las materias pendientes siguen siendo las trabas administrativas, con unos tiempos para las evaluaciones de impacto ambiental que las empresas siguen considerando excesivos. Y unas vías de acceso que son hoy por hoy insuficientes. Alejar los polígonos ayudará a que la contaminación y el tráfico no compliquen más las cosas a los habitantes de la ciudad, pero la distribución hacia los centros de consumo de la capital seguirá siendo inevitable. El desarrollo de los dos aeropuertos de El Álamo y Campo Real aún no tienen fecha de finalización previstos, aunque Trigueros aseguró que la terminal de El Álamo «se desarrollará a lo largo de la legislatura, por lo menos el embrión».
La apuesta por el tren está sobre la mesa, pero faltan actuaciones a las que deben dar respuesta las administraciones, si no «se convertirán en polígonos donde entre un camión y salga un camión. Pero eso no es; son plataformas intermodales», señala Ruiz. Para ello, es necesaria la actuación en fases, como señalaron los ponentes, y que «el Estado invierta», destacó Trigueros. Por el momento, la ecuación es simple: más transporte, más emisiones de CO2. Habrá que esperar a 2011 para ver qué pasa.
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