Escritores
Cambio de estación por Marina CASTAÑO
¡Cuántos trastornos traen consigo los cambios de estación! Sobre todo el otoño y la primavera, que del invierno y el verano nadie se queja. Algunas personas tienen incluso que medicarse para superar el trance, parece broma pero es así, y de esta forma recurren al ya clásico y literario Prozac, que al cabo de los primeros quince días ejerce su poder antidepresivo y hace más llevadera la caída de la hoja o la florecida del castaño de indias.
Pero cuidado con estos fármacos porque pueden ser inhibidores del deseo sexual al frenar la producción de serotonina en nuestro cerebro, principal activador de la puesta en marcha de los resortes de la excitación y, lo que es peor, de provocar la ausencia de orgasmos. Si se le da la vuelta a esta tortilla podemos invertir los términos y llegar a la conclusión siguiente: si el sexo ahuyenta el espectro de la depresión, ¿por qué no utilizarlo como terapia en momentos clave?
Ya se sabe que la astenia y la desgana alejan la pasión, pero hay un refrán que dice que «el comer y el rascar, todo es empezar», y una forma de producir de forma natural todas esas moléculas neurotransmisoras que mitigan el dolor (sobre todo el del alma), activan el circuito del placer del cerebro y generan sentimientos de afectividad, y que son la dopamina, serotonina, oxitocina y las endorfinas, es manteniendo una vida sexual frecuente, una actividad benéfica mírese por donde se mire que permite que el botiquín de casa permanezca cerrado y ahorra las visitas a la botica.
Al menos para consumir bálsamos para la tristeza y el decaimiento.
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