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ANÁLISIS: Se utiliza a los menores por Javier Urra

La Razón
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- ¿Pueden recuperarse unos padres de situaciones dramáticas como esta?
- No, nunca. Se genera un estrés postraumático indeleble. La desaparición de un hijo es quizás lo más doloroso que pueda existir. Los interrogantes emocionales son percutientes que no se olvidan nunca y además siempre hay un trasfondo en los procesos de separación mal llevados: el paso del amor al odio. Eso es producido por un cataclismo narcisístico. Cada persona se quiere mucho a sí misma y hace un proyecto de vida. Cuando éste se rompe, por la razón que sea se frustra una expectativa y normalmente en estos casos una de las personas se siente atacada por la ex pareja o bien por su familia. Como no hemos enseñado a la gente a manejarse en situaciones de ruptura, lo que era mor se convierte en cólera, ira, en resentimiento y en odio. A veces se llega a usar de manera bastarda a los hijos contra el otro.

- ¿Es habitual utilizar a los hijos en situaciones de separación?
- No es habitual pero empieza a dejar de ser anecdótico. Se les utiliza como arma arrojadiza, se les obliga a tomar decisiones en una lucha de legitimidad: o con él o conmigo. Hay niños que sufren un tercer grado cuando pasan los fines de semana con sus progenitores que hace que contesten a cada uno lo que quieren oír. Por eso suele haber sorpresas cuando un juez escucha a solas a un niño a partir de doce años. Para dañar al otro, en lugar de matarle y suicidarse se mata al hijo para que ese sufrimiento le acompañe siempre. Es el sentimiento más inhumano y lo peor que se puede pensar. Otra de las cosas que ocurren son los secuestros emocionales o sustracción parental, es decir, el no dejar ver al niño a la pareja o las denuncias falsas. Hay que educar a los niños en la ruptura. Hay que aprender a separarse porque el mayor daño que se puede hacer a un niño es una separación mal llevada entre los padres.

Javier Urra
Doctor en Psicología y ex defensor del Menor