Francia

Susto nuclear a 250 kilómetros de España

Aunque todo quedó en un dramático susto, los peores presagios se cernieron ayer sobre el complejo nuclear de Marcoule, en el sur de Francia, a unos 250 kilómetros de la frontera con España. Y con las imágenes todavía muy recientes en la retina de la catástrofe en la central atómica de Fuku-shima, hace ahora seis meses.

Un técnico mide los niveles de radiación en la central de Marcoule, en el sureste de Francia
Un técnico mide los niveles de radiación en la central de Marcoule, en el sureste de Francialarazon

La explosión de un horno incinerador poco antes de las doce de la mañana en la planta de Centraco, filial de Electricidad de Francia (EDF) especializada en el tratamiento de residuos nucleares, desataba todas las alarmas. No sólo dentro del recinto sino también en las poblaciones aledañas a este sitio en las orillas del Ródano y emblema de la industria atómica gala. Sobre todo porque las primeras informaciones destiladas por los responsables locales y los bomberos advertían de una posible fuga radiactiva.

El incendio, controlado
Sin embargo, tanto el Gobierno como las autoridades de seguridad nuclear no tardaron en reaccionar para evitar que el pánico se propagara tras el incidente en el que falleció un operario y otras cuatro personas más resultaron heridas, una de ellas en estado grave, como consecuencia de la deflagración. Tras su traslado a diferentes hospitales, se confirmó que ninguno de ellos estuvo expuesto a una contaminación radiológica, según fuentes sanitarias.

A primera hora de la tarde, el incendio se daba por controlado y el accidente por finalizado, descartando todo riesgo de escape radiactivo, tras la aplicación de los correspondientes protocolos de seguridad. Y es que, aunque las instalaciones están integradas en el gran complejo de Marcoule, se encuentran alejadas del área donde se construyen los reactores nucleares. Un riesgo de fuga nuclear atenuado también por la escasa presencia de radioactividad dentro de un horno que, según los expertos, en radioprotección tiene capacidad para cuatro toneladas de metales y que en total no superan los 67.000 becquereles. Es decir, menos de 17 becquereles por kilo, lo que supone una cantidad muy débil «y en nada comparable a la que contiene un reactor nuclear», según Olivier Isnard, del Instituto de Seguridad Nuclear (IRSN)
De ahí que tanto el Gobierno como la empresa filial de EDF, Socodei, propietaria del 51% de la planta de reprocesado, insistieran ayer en calificar la explosión de «accidente industrial». «No se trata de un accidente nuclear», recalcó el ministro de Energía, Eric Besson, quien descartó toda posibilidad de fuga radioactiva o química, así como cualquier riesgo de contaminación para la población. De hecho, salvo el perímetro de seguridad instalado en torno al recinto, en ningún momento la prefectura decidió medidas de confinamiento o aislamiento.

Un extremo confirmado por la Autoridad de Seguridad Nuclear (ASN), que aseguró que la explosión tampoco dañó al edificio, y que será la encargada de realizar, junto a la Inspección de Trabajo, las investigaciones pertinentes para determinar el origen del accidente, cuyas causas seguían siendo un misterio ayer.

Según los especialistas, Centraco no es un incinerador cualquiera, pues su especialidad consiste en tratar los residuos nucleares metálicos con escasa carga radiactiva provenientes de centrales pero también de hospitales o laboratorios, reduciendo hasta en diez veces su volumen antes de ser almacenados, así como los desechos combustibles.

La planta, amonestada
Desde su entrada en funcionamiento en 1999, es la primera vez que esta planta sufre un accidente y un drama humano de esta magnitud. Sin embargo, no es la primera vez que Centraco recibía las amonestaciones de la ASN por sus «lagunas en materia de cultura de seguridad nuclear». En 2010, se le requirió la implementación de «acciones para mejorar la seguridad de la planta» y según un informe reciente de la autoridad responsable, las medidas correctivas aplicadas en el último año habrían dado ya sus frutos.


Cuna de la industria nuclear gala
Marcoule es un gran complejo nuclear donde trabajan 5.000 personas, pero también es el cerebro y una de las principales fábricas de la industria atómica francesa. Levantado en los 50, las instalaciones acogen hoy varios sitios nucleares civiles y militares. Además de Centraco –la planta de tratamiento de residuos donde ayer se produjo la explosión– y de un laboratorio de investigación sobre desechos, allí se halla el primer prototipo del reactor Phénix para la obtención de plutonio, explotado por el Comisariado de la Energía Atómica, y a punto de ser desmantelado tras 35 años de actividad. Junto a este recinto, se hallan las instalaciones de Areva donde se produce MOX, una peligrosa mezcla de uranio y plutonio para reactores de uso civil y que pocos países utilizan.