Ciencia y Tecnología

Entre la rabia y las lágrimas

La Razón
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He oído en la radio a un empleado de Spanair llorar. Impresiona oír a un hombre de cincuenta y pico años llorar: no podía terminar la frase. La frase era ésta: que después de dieciocho años de trabajo, después de haber ayudado a crear una compañía aérea (porque las empresas también las crean los trabajadores, y eso lo saben bien los buenos empresarios), con un capital humano de primera, estás en la calle. Y en la calle hace frío y ese frío se notaba en sus palabras. Podríamos derivar el drama humano de este fracaso empresarial al debate sobre el sueño de la Generalitat de Cataluña de tener su propia compañía aérea, como cualquier Estado, pero ni ése es ya el debate. Eso es el pasado. El paro acaba con todos los patriotismos. El paro es el antipatriotismo. La imagen de la impotencia podría quedar resumida de la siguiente manera: a un lado de un mostrador de Spanair, un cliente aguanta la rabia; al otro lado, un empleado aguanta las lágrimas. Alrededor, no hay nada.