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España no es diferente

El eslogan «Spain is different» nació durante los años de promoción turística de la dictadura, cuando el sol y las playas, ese patrimonio heredado, se intentaba exportar a una Europa que miraba con recelo a ese régimen que sobervivía en un país enrocado sobre sí mismo.

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Sintetizaba, en el fondo, una idea que había perdurado en el tiempo y que durante años había macerado en la mentalidad española. La misma que subrayaba que los Pirineos eran una frontera con Europa o afirmaba, como decía Antonio Cánovas del Castillo, que «españoles son los que no pueden ser otra cosa», o que, según el escritor y dramaturgo Ramón del Valle-Inclán, «España es una deformación grotesca de la civilización europea». El hispanista Nigel Townson, de la Universidad Complutense de Madrid, se ha propuesto separar las verdades y mentiras en «¿Es España diferente?» (Taurus), un volumen de historia comparada en el que también participan José Álvarez Junco, María Cruz Romeo, Edward Malefakis y Pamela Radcliff.

Ni extravagantes ni inusuales

El trabajo aborda los siglos XIX y XX españoles y los coteja con lo que sucedía en Europa durante ese mismo periodo para, después de una rigurosa mirada, concluir que ni somos tan especiales como nos habían comentado los publicistas ni tampoco tan inusual es nuestra extravagancia. «Sí y no es diferente España –explica Townson–. Depende del momento preciso y del tema que se estudie. Pero no es tan distinta a Europa como se ha afirmado. Por ejemplo, la II República. Después de la Primera Guerra Mundial hubo muchas repúblicas nuevas en Europa, como la de Weimar. Y todas, antes del 31, habían fracasado. La de España también fracasó. ¿Y la Guerra Civil?, se preguntarán muchos. Pues si lo ves en términos de conflictos, en la época comprendida entre el año 1919 y el 39, no fue tan excepcional respecto de Europa. Ahí tenemos, además, el nazismo: quieren acabar con la oposición entre los propios alemanes y envían a todos los comunistas y socialistas a campos de concentración. Puede verse como una guerra civil».

Para Townson ni siquiera el pretendido retraso económico que algunos intelectuales mencionaban y que, se suponía, España arrastraba desde los primeros decenios de la centuria era una peculiaridad, una marca «Made in Spain». «Entre 1898 y la II República, el desarrollo económico es muy notable si lo comparamos en un determinado marco, como el del sur de Europa. Existe una diferencia con Francia, Inglaterra o Alemania. Pero no sale nada mal parado si esos países son, por ejemplo, Portugal, Italia y Grecia. En un contexto europeo, y adecuado, no es un país atrasado. Sólo hay que compararlo con los países del Este».

Perder un imperio

Entonces, ¿de dónde proviene esa imagen que todavía nos condiciona? Townson lo aclara: «A partir del 98, España había perdido su imperio. Había competido con Estados Unidos, una de las grandes potencias en ese momento. Entonces, algunos intelectuales vertieron una serie de mensajes pesimistas que, además, no eran nada constructivos y que tienen que ver más con sus propias aspiraciones que con la realidad de lo que sucedía en España. Se correspondía más con la visión que se habían hecho de Francia, Inglaterra y Alemania. Ellos perjudicaron mucho a España».

Uno de los problemas sin resolver, tantas veces mencionado, es el identitario. Pero ni siquiera ahí somos tan distintos ni especiales: «Las naciones europeas están demasiado idealizadas. Los países europeos poseen sociedades tan divididas y complejas como la española. En Gran Bretaña están los galeses, los escoceses y los irlandeses. Cuando hay un partido de fútbol entre Irlanda e Inglaterra, los escoceses van con los irlandeses; pero cuando se trata de dirimir asuntos políticos se alinean con Gran Bretaña. Ahora mismo, Rusia tiene evidentes cuestiones nacionales. España no es la única». Townson, que desmonta todo este mito sin dejar un icono en pie, no perdona ni esa peculiaridad aislacionista que fue el franquismo. Para él no significó un rasgo autóctono, también hubo otros países que soportaron dictaduras durante esos años, como Portugal, Grecia o en el Este de Europa. Ni el aislamiento nos apartó tanto de Europa. «A partir de 1955, ya no es tan excepcional, porque España ya está integrada en el mundo occidental».

 Pero los españoles también han dado ejemplo. Townson, sin idealizaciones, comenta la Transición: «Los españoles demostraron que se podía pasar de una dictadura a una democracia, partiendo de las propias leyes de la dictadura. La Transición no fue pacífica. Fue un periodo violento. Hasta el año 1981 hubo muchos asesinatos por parte de ETA y también de la extrema derecha. Pero esa fue la primera vez en que se vio a España como un modelo positivo. Es un salto». España ha evolucionado desde entonces y el complejo de inferioridad que arrastraba ha quedado atrás. «Tiene que ver con el desarrollo económico, con la integración en Europa, con la democracia y los éxitos deportivos recientes. "La Roja". Antes "Spain is different"se veía como lo que le faltaba a España: aquí había dictadura, allí democracia. Ahora "Spain is different"viene a decir todo lo contrario: "somos superiores"».