Bruselas

La noche en que Merkel perdió por partida doble

La Razón
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BRUSELAS- Bruselas vivió la pasada madrugada las horas más intensas de su pasado reciente. Nadie esperaba que los líderes de España e Italia, Mariano Rajoy y Mario Monti, se revolvieran en el último momento ante sus socios y utilizaran su poder de veto para bloquear –aunque fuera por unas horas– el tan deseado pacto por el crecimiento y el empleo que movilizará 120.000 millones de euros en inversiones. La jugada, perjeñada días antes por el ex comisario europeo, salió redonda a los dos, que salieron de la reunión con una batería de medidas bajo el brazo que permitirá actuar sobre los mercados para aflojar la presión sobre su deuda y, en el caso español, una recapitalización directa de la banca en el futuro que evitará inflar la deuda nacional.

La perdedora de la sesión fue sin duda la canciller alemana, Angela Merkel, quien, tras pasarse meses sin moverse un ápice de su austera posición, se presentó en el edificio del Consejo Europeo sin querer ni hablar de alivios para las economías periféricas y poniendo todos los argumentos a favor del paquete de crecimiento, que sería, a su juicio, «la otra cara de la moneda de la austeridad». La noche ya empezó mal para ella cuando sus socios se enzarzaron primero en una discusión sobre el marco presupuestario plurianual que hizo que se aplazara el debate sobre el crecimiento, el cual se solapó con otro de los elementos que requería su atención de mandataria: la Eurocopa 2012. Los dos goles de Mario Balotelli en la meta germana no hicieron más que agriar la noche a la canciller que, de repente, se encontró con una revuelta en la sala que la dejó sin posibilidad de reacción.

España e Italia, apoyadas por el presidente galo, François Hollande, se habían convertido en un muro que le impedía salir de allí sin medidas para estabilizar los mercados de deuda. Ni siquiera las láminas de alcachofa, la lubina y el dúo de fresas del menú mejoraron el ambiente. Diez jefes de Estado que no tienen moneda única se fueron a dormir y, a partir de ahí, los miembros de la moneda única decidieron que ellos se quedarían negociando sus propias cuestiones.

Hasta ese momento, se daba por hecho que la resolución de la cumbre se produciría en la comida del viernes o incluso, durante el desayuno. La noche estaría plagada de sobresaltos, cuando las discusiones se calentaron al extremo. Finlandia, Holanda y Alemania veían cómo Madrid y Roma conquistaban voluntades entre sus socios hasta el punto en que, más allá de las tres de la madrugada, Merkel convocó una reunión a solas con Monti en la que se dio cuenta de que, si quería evitar un nuevo «viernes negro», tendría que ceder.

«Fueron negociaciones duras», reconoció ayer el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, que evitó usar ante la Prensa los términos «ganadores» y «perdedores», al destacar que «no hay nada gratis» y todas las concesiones suponen «condiciones fundamentales». «El acuerdo es un equilibrio entre responsabilidad y solidaridad», recalcó. A partir de ahí, los técnicos, encabezados por el hombre que lo sabe todo del Eurogrupo, Thomas Weiser, elaboraron unas conclusiones medidas al milímetro que incorporan todas las peticiones de España e Italia, a la vez que destacan ciertos condicionantes.

Fuentes comunitarias afirman que el siempre flemático Van Rompuy alzó incluso la voz dentro de la reunión para intentar redirigir la situación, y que la jugada dejó por un momento fuera de lugar a Hollande, cuando vio cómo sus dos aliados del sur parecían dispuestos a sacrificar el pacto de crecimiento, que él ha defendido como un logro electoral, por mor de sus intereses. Pero el francés decidió salir espontáneamente al terreno de juego, consciente de que su campo natural no está con la canciller, y ahondó aún más en la soledad que Merkel está fraguando a su alrededor. «Rajoy y Monti no hacen chantaje. Conozco sus dificultades y los comprendo», dijo Hollande a la Prensa al filo de la una de la madrugada.

La líder alemana no bajó a ver a los medios. Hubo que esperar al viernes para oírla justificarse ante los medios que la tildaron de perdedora diciendo: «Creo que hemos hecho algo importante, pero nos hemos mantenido fieles a nuestra filosofía de ‘‘ninguna prestación sin contraprestación''».