Impuestos

Burocracia por Sabino MÉNDEZ

La Razón
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Quedan atrás las vacaciones y las ciudades vuelven a bullir con su caldo humano habitual. En los próximos meses llamarán nuestra atención los grandes sucesos de actualidad, las catástrofes climáticas, los ídolos de actualidad y las contiendas políticas. Esta temporada estará de fondo, como una sombra ominosa e inquietante, el panorama de déficit público y la recesión general. No se trata de que a los españoles nos asuste histéricamente una subida de impuestos de vez en cuando: al fin y al cabo, el ser humano se acostumbra antes al impuesto que a la pérdida del lujo. Es más bien una preocupación que difunden las malas lenguas (malpensadas pero certeras muchas veces) de que la agencia tributaria, para sanear el déficit se lance a un aquelarre de revisiones administrativas, tirando a bulto, por consignas recibidas de recaudar cómo sea. Nuestra administración necesita dinero. ¿Serán los pobres inspectores fiscales a quiénes les toque trabajar hora extras y cotizar en impopularidad para sanearnos? Una administración hipertrofiada estaría feo que sancionara a los españoles por conductas que ella misma les ha enseñado. No olvidemos que aquí, para cambiar una bombilla, necesitamos a seis presidentes autonómicos, un ministro de industria que la traiga y uno de medio ambiente que le recuerde que ha de ser de bajo consumo. Los políticos con mando en plaza forman parte (y cobran) de la administración, no sólo los inspectores de hacienda. En cualquier país, sólo hay un verdadero gran problema administrativo, el gran problema de toda la Historia de la política y de la humanidad en general. Es un problema que requiere estar siempre alerta y luchando, porque es una cuestión de mantenimiento y no de solución final. Se trata de cómo construir una burocracia que no sea refugio de parásitos.