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Rebelión árabe

La Razón
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Las revueltas se suceden en el mundo árabe. Túnez, Egipto, Argelia... Sabemos dónde han comenzado, pero no dónde, cuándo y cómo terminarán.
En estos levantamientos hay un denominador común alarmante: se están generando principalmente en países más o menos «laicos» del mundo árabe, no integristas. No parece probable que la mecha prenda en las teocracias islamistas del estilo de Arabia Saudita, los Emiratos… más cohesionadas y cerradas, difíciles de fracturar debido al poderoso control político/religioso y a la sumisión de la mayoría de la sociedad, fervorosamente entregada a una forma de vida inmutable.

Cuando Mahoma abandonó la Meca hacia Medina, lo siguieron unas cien personas. Dos años después, en el llano de Bedr, ya contaba con algo más de trescientos incondicionales. El año noveno de la Héjira, Mahoma volvió a la Meca apoyado por diez mil creyentes y adeptos. A su muerte, Arabia se había rendido a sus pies y ejércitos de árabes y beduinos, convertidos en fieles devotos, conquistaron rápidamente Mesopotamia, Siria, Persia, Egipto… La expansión del Islam fue extraordinaria, veloz como una epidemia. Antaño se decía que su prodigiosa propagación podía explicarse teniendo en cuenta las viejas contiendas de Bizancio, las decadentes costumbres persas, la debilidad teológica de Siria, el feroz descontento de la población egipcia y la fuerza vehemente de una Arabia espoleada por su nacionalismo religioso.

Como fuera, aquellas energías, plenas de fervor y nervio, comenzaron a desplegarse bajo el manto del Islam en el año 622 de nuestra era, y en muy poco tiempo sedujeron a toda Arabia.

Hoy, muchos de los factores que entonces fueron decisivos en el éxito del Islam, se repiten de alguna manera en las actuales revueltas. Hubo otro elemento que condujo al Islam a su hegemonía: la fe absoluta, perfecta, incondicional; la fe como arma imbatible. Una fe que en el siglo VII no existía en el Oriente cristiano ni en Asia; que, en la actualidad, no se encuentra en ninguna parte salvo en el mundo musulmán, como entonces.

Los levantamientos se suceden, pero no sabemos a dónde llevarán. ¿Explotará Egipto y desalojará a Mubarak de su trono, más real que metafórico, para caer en brazos de los Hermanos Musulmanes? Cuando el mundo árabe se abre a la democracia, su siguiente paso suele ser el islamismo, elegido por la mayoría de forma entusiasta. Eso ya ocurrió en lugares como Argelia en los años 90, con una terrible experiencia al respecto. El panorama es, pues, tan esperanzador como inquietante.