Murcia
OPINIÓN: Minotauro
Los mercados (eufemismo que simboliza los terrores modernos, esos que nos espantan en estos momentos) se parecen cada vez más al mito del minotauro cretense. En primer lugar, porque, como el monstruo mitad hombre y mitad toro, habita en un intricado laberinto que nadie ha explorado ni descubierto jamás (se esconde en la atmósfera perversa de la especulación sin límites) y del que nadie puede escapar una vez que cae en sus siniestros pasadizos y callejuelas.
En segundo lugar, si el mito antiguo se parece a los mercados es porque, uno y otros, exigen continuos sacrificios, incluidos los humanos, para saciar su hambre y sujetar sus iras y venganzas. Pero ocurre que los mercados, como el antropo-tauro, sufren, o gozan, de una sed infinita, y nada sacia su voracidad sin límites. Podrán ser sacrificados en la hoguera sacerdotal logros sociales, presupuestos de educación, de sanidad o culturales. Los sueldos, las pensiones. También seres humanos, a la manera de las jóvenes doncellas que devoraba el hijo de Pasifae y del toro blanco enviado por Poseidón al rey Minos. Seres humanos, jóvenes y ancianos, que ahora ya no hay distingos, ahogados con su propio cinturón apretado sin piedad.
Estamos ante un saco sin fondo que nunca se colma ni se calma. Y así será sin interrupción hasta que rindamos la última gota de sangre a los mismos que provocaron tan pavorosa crisis. Predispuestos a creer en salvíficas magias, soñamos con que un cambio de gobierno, como un cambio de entrenador, nos lleve de la noche a la mañana a la victoria. Pero no será así. Y, aunque ese relevo será bueno, nada cambiará hasta que los mercados consideren que tienen bastante. Y para eso aún falta mucho, muchos sacrificios que rendir ante la hoguera del monstruo. Parafraseando a Sánchez Ferlosio: nada cambiará mientras no cambien los dioses, es decir, el monstruo del laberinto, los mercados.
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