País Vasco
El nuevo ave Fénix
El Faisán, como nuevo ave Fénix, ha resurgido de las cenizas en que quiso convertirlo Baltasar Garzón. Cuando el Gobierno pensaba que su juez de cabecera les había dejado el asunto solucionado antes de dejar el juzgado de instrucción número 5 de la Audiencia Nacional, su sustituto mientras dure la suspensión, Pablo Ruz, ha hecho resurgir de sus cenizas al pájaro-nido donde se iban a reunir otro tipo de pájaros a quienes la Policía consideraba los responsables del aparato de extorsión de ETA. Para el juez Ruz, que se va a hacer famoso a su pesar, existen indicios sobre un chivatazo desde el seno de las Fuerzas de Seguridad del Estado para evitar que los susodichos pajarracos cayeran en la red de una operación policial planificada y estudiada. Si los hechos son así y las nuevas diligencias que Ruz pide en su auto lo demostraran, estaríamos ante un asunto de tal gravedad que tendrían que rodar cabezas, pero de primer nivel y no de segunda o tercera fila como hasta ahora. Sólo desde una decisión política se entiende lo que pasó, si es que se demuestra que pasó así. De nada serviría intentar justificar lo injustificable por el fallido y mal llamado proceso de paz, o para dejarlo más claro, la negociación que el Gobierno de Zapatero llevó a cabo con la banda terrorista. Es verdad que desde la ruptura de aquel paréntesis en el que los etarras decidieron perdonarnos momentáneamente la vida, y a pesar de los muchos guiños realizados por los terroristas y sus comparsas batasunos como los recientes anuncios de lo que ellos llaman tregua, los éxitos policiales son importantes y el Ministerio del Interior no parece haber bajado la guardia ni un sólo minuto. Pero las buenas acciones de hoy no sirven para borrar unos posibles delitos que, si al final la Justicia los da por cometidos, supondrían una rotura consciente de uno de los fundamentos del Estado de Derecho. Grande Marlaska, el primer instructor, ya denunció en su día que el Ministerio que dirige el vicetodo Pérez Rubalcaba sólo ponía trabas y pegas para una correcta investigación. Luego Garzón, demasiado ocupado en aparecer como el adalid de la justicia universal, decidió que pelillos, plumas en este caso, a la mar que al fin y al cabo nos estábamos jugando la paz en Euskadi, como si en algún momento hubiese habido una guerra y no una pandilla de matones que llevan medio siglo intentando que el País Vasco, y el resto de España, comulgue con sus ruedas de molino a cambio de olvidar el tiro en la nuca y los coches bomba. Si el llamado «caso Faisán» sigue adelante gracias a la decisión de un juez que no se casa con nadie, salvo con la justicia misma, alguien va a tener que pedir perdón a las víctimas cuya memoria, en recientes palabras del presidente del Gobierno, perdurará más allá de la existencia de ETA, y además asumir responsabilidades políticas al margen de las penales que se deriven de proceso si al final esas nuevas diligencias conducen a un lugar distinto al archivo, como la fiscalía, siempre queriendo agradar al poder, lleva pidiendo sin parar.
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