Andalucía

Crimen perfecto

La Razón
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Hace ahora dos cuaresmas Zapatero decidió que Manuel Chaves no podía seguir al frente del PSOE de Andalucía y la lógica hubiera impuesto designar como sucesor a una figura más joven y con mayor simbolismo de cambio. Sin embargo, Chaves y Luis Pizarro forzaron una solución de compromiso en el sexagenario José Antonio Griñán. Pero, ¿por qué? ¿Por qué el pizarrismo, aglutinado en torno a otro sexagenario, no sólo no cedió paso sino que hasta aprovechó la marcha de Chaves para defenestrar al sector de Gaspar Zarrías? Es posible que los presuntos chanchullos de Antonio Fernández y José Antonio Viera (también sexagenario) tengan la respuesta. Sea como fuere Zapatero optó por lo prioritario, sacar a Chaves de la Junta, mientras Griñán se dejó bendecir por el pizarrismo destituyendo de su primer gobierno a los consejeros zarriístas, quienes, naturalmente, comenzaron a rumiar la venganza. Como ejemplo, tal vez, la filtración de la subvención a Matsa de la Agencia IDEA, antes IFA, curioso epicentro de los escándalos que vienen sacudiendo al Gobierno andaluz. Paralelamente, otros descontentos hicieron ver al nuevo presidente que cuatro consejeros conspiraban a sus espaldas. Y fue entonces cuando, herido en su orgullo e impaciente porque Zapatero seguía sin pagar la Deuda Histórica, Griñán planteó su acceso a la secretaría general admitiendo nuevos equilibrios que pasaron por aceptar a Mar Moreno de número dos, rehabilitar a dirigentes críticos de Granada y Málaga y buscar el apoyo, cuantitativamente importante, del PSOE de Sevilla. Esto último, a cambio de exigir Viera la liquidación de Monteseirín aunque fuera por teletipo. Se llegó a un punto, pues, hace justo un año esta misma semana, en el que los clanes socialistas se guardaban ya todos entre sí rencillas recíprocas: los zarriístas, con altibajos, seguían siendo los grandes perdedores desde 2009; Pizarro perdió a su vez en marzo del año pasado el partido frente a Rafael Velasco, y sus consejeros más leales, Martín Soler y Antonio Fernández, salieron con cajas destempladas; y en Sevilla Viera suavizó, o traicionó, su pizarrismo a cambio de promocionar a Juan Espadas como alcaldable y a Susana Díaz en la secretaria de la organización regional. El divide y vencerás había funcionado a la perfección y que los dossiers se filtraran era sólo cuestión de tiempo, acelerado por el conflicto con los funcionarios y la instrucción de la juez Alaya. Por eso ahora, cuando se cumple el primer aniversario de Griñán en la secretaría general, no es casualidad que quien fuera su alter ego en el partido, Rafael Velasco, ya no esté tras dimitir por las subvenciones recibidas por su esposa. Como tampoco es de extrañar que la gestión de otros fondos esté a punto de llevarse por delante a su alter ego en el gobierno, la consejera de Hacienda Martínez Aguayo. En realidad ha sido un crimen perfecto. Una necrológica muy bien pagada en los periódicos por todos cuantos siguen conspirando contra los demás. Un guión tan previsible que Hichtcock nunca hubiera imaginado.