Europa

Bruselas

Los nacionalistas rescatan «in extremis» al Gobierno

Intensa mañana de negociaciones en la zona de Gobierno del Congreso. Zapatero se jugaba en la Cámara Baja la convalidación del decreto ley sobre negociación colectiva. Y a punto estuvo de no lograr el apoyo del Parlamento y verse, quizá, obligado a la disolución de las Cortes y la convocatoria anticipada.

José Luis Rodríguez Zapatero, Alfredo Pérez Rubalacaba y Elena Salgado
José Luis Rodríguez Zapatero, Alfredo Pérez Rubalacaba y Elena Salgadolarazon

Otra vez el fantasma del abismo y otra vez la abstención de los nacionalistas vascos y catalanes que salvaba a un Ejecutivo agonizante ante los mercados, el FMI y Bruselas. Al final, se pasó el trámite: 169 votos a favor (PSOE), 159 en contra (PP, ERC, IU-ICV, BNG y UPD) y 20 abstenciones (PNV, CiU, CC y UPN). Las caras de alivio de los socialistas al ver el marcador electrónico del hemiciclo eran el fiel reflejo del trance por el que pasaron durante las durísimas negociaciones cruzadas durante toda la mañana. Imagen de «la grandeza de la democracia», en palabras de un Zapatero que se tuvo que emplear personalmente a fondo para arañar hasta el último voto. Clara estampa de «la debilidad extrema del Gobierno», a juicio de la oposición.

¿Qué obtuvieron vascos y catalanes a cambio? Se sabrá, seguro, hasta la última dádiva. Pero, de momento, el portavoz del PNV, Josu Erkoreka, se jactó de haber arrancado un «logro histórico», esto es, el compromiso del Gobierno para que en caso de concurrencia prevalezca el convenio colectivo autonómico sobre el estatal. Y el de CiU, Josep Antoni Duran Lleida, desveló que gracias a su formación el preámbulo de la ley –que carece de fuerza jurídica– incluirá la vinculación entre salarios y productividad. Habrá, sin duda, más cesiones y cambios sobre el decreto que ayer se convalidó y que ahora se tramitará en el Congreso como proyecto de ley. Por qué Erkoreka se pavoneó por los pasillos y reconoció, a micrófono abierto, que nunca había conseguido tantas concesiones del Ejecutivo a cambio de la mera abstención de su grupo en el Congreso. Éstas fueron sus palabras: «En mi trayectoria no he conocido un caso semejante», se jactó ante los periodistas al tiempo que relataba cómo Zapatero había participado activamente en la negociación con su grupo como no lo había hecho nunca en estos siete años de Gobierno.

Además de primar el espacio autonómico de negociación colectiva, el decreto reconocerá «de modo expreso, por primera vez», la especificidad de las comunidades autónomas en las que los sindicatos más representativos tienen una implantación territorial limitada a su territorio. De este modo, tras la reforma, la negociación colectiva tendrá, en palabras del peneuvista, una estructura territorial más descentralizada, no sólo frente al real decreto original, sino también respecto de la situación actual. Para los nacionalistas vascos era una condición irrenunciable que no se dieran pasos atrás en la descentralización de la negociación lograda en la reforma de 1994. Y esto, tras el acuerdo de ayer, está asegurado.

Y por lo que respecta a CiU, su abstención llegó sólo cuando el Gobierno aceptó incluir en el preámbulo de la futura ley la ya mencionada vinculación entre salarios y productividad. Pero, además, la coalición catalana tiene el compromiso del Gobierno de que en el articulado se incluirán asuntos relativos al absentismo y una mayor «flexibilidad interna en condiciones excepcionales». Lo explicó su portavoz, Durán i LLeida, quien desveló también que en el trámite parlamentario se revisará el límite del 5 por ciento de horas anuales que el empresario podrá determinar en la jornada de los trabajadores, un porcentaje insuficiente para los nacionalistas catalanes que, además, arrancan un compromiso del Gobierno de rectificar los plazos que se establecen en el decreto para la prórroga de los convenios. Todo lo conseguido, según Durán, persigue que la reforma sea mucho más ajustada a lo que realmente se necesita.

Y después de todo esto el ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, se mostró «satisfecho» por el resultado de la negociación, claro. Pero negó en contra de la evidencia que durante el trámite parlamentario del proyecto de ley se fuesen a producir modificaciones sustanciales en lo sustancial del decreto, esto es la ultractividad de los convenios y la flexibilidad interna de las empresas. Así que aunque admitió una revisión del plazo de prórroga de los convenios, dijo que ésta no sería relevante. «En vez de ocho meses pueden ser siete; en vez de catorce pueden ser trece, sustancialmente similares», admitió. El presidente del PP, Mariano Rajoy, pidió al Gobierno que se ponga en conocimiento de todos esa «oferta irresistible» que los socialistas han hecho al PNV para que cambiara de opinión y no rechazara una reforma que, según añadió, «no la valoran ni en Europa, ni el FMI, ni ningún partido político».