Toledo

Un guía al servicio de los demás por María Dolores de COSPEDAL

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Escribir sobre Juan Pablo II es valorar la verdadera y auténtica dimensión de la humanidad en todo su sentido; es descubrirse ante quien fue durante veintiséis años la cabeza visible de la Iglesia católica, pero sobre todo es tener en cuenta a un hombre bueno, crucial para la historia del mundo. El devenir del siglo XX, la evolución de lo que fue el continente europeo a lo que supone a día de hoy, no podría entenderse sin la figura de quien este domingo es proclamado beato.

En primer lugar, he de considerar mi condición de creyente, por lo que este acontecimiento cobra para mí un especial significado. Además, el hecho de encabezar la delegación del Partido Popular en la Plaza de San Pedro es una satisfacción que no olvidaré jamás.

La política es una forma de servicio, de dirigir los gobiernos que deben tomar decisiones siempre pensando en el bien común; por tanto, una figura como la del Papa Juan Pablo II, que tanto hizo por los Derechos Humanos en general y la libertad en concreto desde su juventud, sufriendo los regímenes totalitarios, debe suponer una guía inconfundible para los que nos dedicamos a esta tarea de representar al ciudadano.

Fue precisamente en Toledo, un 4 de noviembre de 1982, cuando Juan Pablo II dijo que, desde el ámbito político, «se toman las decisiones más delicadas que afectan a los problemas de la vida, de la educación, de la economía y, por lo tanto, de la dignidad y de los derechos del hombre, de la justicia y de la convivencia pacífica en la sociedad» y en ese sentido, nos pidió «que contribuyamos a la formación de una sociedad más digna y respetuosa de los Derechos Humanos, asentada en los principios de justicia y de paz».

Juan Pablo II visitó España en cinco ocasiones; yo tuve la inmensa suerte de verle en varias de sus visitas y no olvidaré aquellas palabras en Cuatro Vientos, la última vez en la que estuvo en nuestro país y dijo: «Las ideas no se imponen, se proponen», sintiéndose en aquella tarde «un joven de 83 años». Entonces, pensé en cómo una personalidad arrolladora, que sabía conectar con todo el mundo, era capaz de hacernos pensar sobre los peligros para la dignidad humana, como «las formas agresivas de nacionalismo y racismo», que pueden minar la convivencia social y la paz.

Desde el Partido Popular, defendimos que la Unión Europea debía poner de manifiesto su historia y herencia común, espiritual y moral, en relación con los valores de la dignidad humana, la libertad, la igualdad y la solidaridad. Muchos de estos aspectos se los debe Europa a su herencia religiosa y, en este sentido, hay que subrayar que Juan Pablo II los encarnó, trasladándolos a todos los rincones del mundo; de hecho, se convirtió en el Papa más viajero de la Iglesia.

Juan Pablo II ha sido beatificado en un tiempo muy breve, tal y como sucedió recientemente con Teresa de Calcuta. Para mí, ambos suponen auténticos referentes del servicio a los demás, algo de lo que todos, prescindiendo de ser o no ser creyentes, deberíamos tener en cuenta.


María Dolores de Cospedal
Secretaria general del PP y candidata a la Presidencia de Castilla-La Mancha