Energía

El «transformer» del mar

Es la gran apuesta de la marina española, el buque Rey Juan Carlos I es el más grande, más versátil, con el mejor sistema de comunicaciones actuales y, algo poco común, respetuoso con el medio marino. Una joya de la industria naval que está interesando a los gobiernos extranjeros y es fuente de nuevo empleo 

El «transformer» del mar
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Ha acaparado titulares durante la semana y no sólo por el nombre con el que lo ha bautizado la Armada, Buque Juan Carlos I, o por sus sobresalientes medidas. Este gigante del mar supone una importante reactivación del trabajo para la industria española con sus más de cuatro millones de horas de trabajo. Su coste, de 360 millones de euros, se verá compensado en breve, porque su cualidad de barco «transformista» ha llamado la atención de gobiernos como el australiano, que ya ha pedido dos unidades. El buque monocasco –no tiene separaciones entre los compartimentos y el casco exterior– de la empresa Navantia es capaz de desarrollar cuatro tipos de misiones y ha sido construido en 111 bloques para agilizar los tiempos de fabricación y montaje y evitar riesgos laborales. Con sus 230 metros de eslora (como dos campos de fútbol), desplaza 26.800 toneladas y sólo necesita una tripulación de 261 efectivos, gracias a su novedoso sistema de control, que gestiona hasta 45.000 señales de sus múltiples servicios.


La cubierta está dedicada al transporte aéreo (y podría sustituir al portaaviones Príncipe de Asturias), mientras que los hangares, garajes y dique inundable (para el desembarco de vehículos anfibios) pueden variar su configuración para transportar tropas, armas, carros de combate o vehículos. En caso de misiones de ayuda humanitaria la nave se transforma en una inmensa arca de Noé, con viviendas para más de 1.400 personas. Muchas más si se cargan en el buque contenedores militares de 16 toneladas con conexión para agua y luz; casi como pequeños estudios flotantes. Cuenta también con un hospital equipado para atender hasta 18 personas, aunque el número es orientativo porque, como todo en este barco, el espacio puede cambiar. Su amplitud de carga y su sistema de propulsión podrían tener al buque rey Juan Carlos I hasta 9.000 millas y 50 días navegando sin ayuda. Los sistemas de radares y telecomunicaciones del barco «doblan la capacidad de comunicación interior y exterior existente hasta ahora en el mejor buque dotado de la Armada», explica Jesús Fernández Méndez, gerente del proyecto de Navantia.


Pero lo novedoso de este buque no reside sólo en su función militar. Sus modernos sistemas de propulsión aumentan las posibilidades de maniobra y permiten giros en redondo, desplazamientos laterales y abatimientos, con el consiguiente ahorro de combustible, puesto que la propulsión eléctrica se realiza a través de dos POD o motores eléctricos con dos hélices acopladas directamente a sus rotores, situados en ambos costados de popa, mientras que en proa se encuentran dos hélices transversales. El ahorro se traslada también a los generadores de energía, en este caso tres, dos de ellos diésel (los más económicos), que empujan el navío a una velocidad de 15 nudos y un tercero de turbinas de gas, que puede utilizar también los gases del combustible quemado y que, en funcionamiento, permitiría alcanzar los 21 nudos. Estos generadores eléctricos, que normalmente trabajan sólo en alta mar, podrían suministrar 1,5 mW para consumo doméstico a una población de unas 5.000 personas en la costa.


Y no se limita a mirar por el uso de combustible. Si representa un hito en muchos sentidos, también lo es por preocuparse por el medio ambiente. «Algo que no ha sido prioritario en el diseño en buques de guerra», señala Méndez, quien resalta el compromiso de la Armada Española durante el proceso de construcción. Desde el vaciado continuo del agua de lastre para no alterar el ecosistema, hasta el tratamiento de residuos para no contaminar el mar.