Delito fiscal

La viuda de Múgica se enfrenta a los etarras acusados de matar a su marido

Zubeldia enfrenta la mirada a "Txapote"durante el juicio por el asesinato del edil de UPN José Javier Múgica en 2001.

La viuda de Múgica se enfrenta a los etarras acusados de matar a su marido
La viuda de Múgica se enfrenta a los etarras acusados de matar a su maridolarazon

Madrid- Ayer no hubo risas ni compadreos entre los etarras acusados de asesinar al concejal de UPN José Javier Múgica en 2001. Sólo una mujer valiente, Adoración Zubeldia, la viuda del edil, que, obligada a declarar de nuevo entre sollozos, decidió hacerlo a cara descubierta y sin rehuir la mirada de los presuntos asesinos de su marido, con Francisco Javier García Gatztelu, «Txapote» («el señor García» para el abogado de la familia Múgica) a la cabeza. Zubeldia, que horas antes ya había relatado al tribunal –con el corazón encogido– sus recuerdos del atentado, tenía que volver a declarar tras la renuncia de la jueza Ángela Murillo por su indiscreto comentario sobre la catadura de los acusados (el ya célebre «y encima se ríen estos cabrones»).

 

La mujer, enjuta en su dolor, sacó fuerzas de flaqueza para rememorar esos minutos terribles. «Escuché un ruido –dijo entre lágrimas– y vi a mi marido tumbado en el suelo. ¡Ay! La furgoneta se estaba quemando y mi marido también». Pasado el mal trago y cuando se disponía a abandonar la sala, se dirigió al funcionario que la acompañaba. «¿Puedo mirar a estos chicos?», musitó. En ese momento, y como imbuida de una repentina fuerza interior, Zubeldia enfrentó su mirada a la de los etarras, que ni pestañearon. Fueron sólo unos segundos, pero parecieron una eternidad. En sus ojos no había odio, ni siquiera desprecio, sólo la infinita dignidad de una mujer frágil capaz de empequeñecer a un etarra como «Txapote» (condenado, entre otros, por el asesinato de Miguel Ángel Blanco). Algún acusado ni siquiera pudo sostenerle la mirada.

 

Zubeldia volvió a la sala minutos después para fundirse en un abrazo con sus hijos y con el ex presidente navarro Miguel Sanz. Entonces no pudo evitar sollozar, las lágrimas de una mujer valiente.

 

Los etarras aún no habían dicho su última palabra. Uno de ellos, Andoni Otegi, se dirigió al final al tribunal para aclarar que «nadie se ha reído del sufrimiento de la viuda; al contrario, la respetamos. Lo sucedido es consecuencia de una mentira y del afán de protagonismo de una magistrada». Zubeldia se fundiría después en un abrazo con esa magistrada, con Ángela Murillo.