Ferias taurinas
Que vuelva Curro Jiménez por Pedro Narváez
Más que con Gramsci, Sánchez Gordillo está todavía en lo del chiste del niño de los garbanzos de aquel Paco Gandía que hizo las delicias de su infancia. El chaval se puso ciego de garbanzos al sol cojonudo de las cinco de la tarde y vomitó hasta que no quedó nadie en la plaza de toros donde estaba que no comiera garbanzos. Un gran «hit» de los años setenta. Quién sabe si la panza, más vistosa que su pañuelo palestino, viene por pasarse de legumbres. Más que Gordillo, Gordito. El garbanzo como símbolo de la clase obrera. Garbanzos hasta que se le vaya la olla. Gordito ha vomitado su ideología de estiércol en el socarral que ahora es España para ver si crece el germen de su chaladura. Gordito se creía Curro Jiménez y al pobre bandolero no le ha quedado más que morirse. Los justos se van al cielo mientras el impostor sigue en la calle comiendo garbanzos. Si ésta fuera una película con buen guión y no una charlotada saldrían muchos Curros Jiménez a ponerle las esposas a ese comunista de potaje; se haría justicia. Pero como vivimos en la democracia de la que abomina, ahora el hombre puede estar rascándose la entrepierna ante un ventilador pidiendo una tapita de garbanzos. Garbanzos para los pobres, decían los integrantes de su pandilla basura cuando asaltaban un Mercadona. ¿Pobres? Bien sabe de lo que habla Gordito acostumbrado a viajar en «business» y cobrar dos sueldos. Pobre Curro Jiménez al que ya no le quedaron fuerzas para dejarse las patillas y darle su merecido en un último intento de tapar nuestras vergüenzas.
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