Barcelona
En su justa medida por María José Navarro
Raúl no es el requetecrack que nos vendían, ni tampoco la madre de todos los problemas, como decía mi admirado Ussía.
¿Cómo? ¿Una atlética forofa defendiendo a Raúl? ¿Es eso posible? Pues sí, lo es, fíjense Vds. qué cosas pasan. A Raúl, paradójico símbolo de un Real Madrid en metamorfosis, en proceso de cambio de modelo para imitar al antiguo y poco exitoso Barcelona, el Madrid de las carísimas estrellas rutilantes, los rascacielos y la celebración de la cucaracha. El madridismo de solera, entre tanto glamour, buscó en Raúl un vínculo con su pasado: cantera, lucha, ambición, compromiso. La exageración periodística y la necesidad de ídolos acabaron por convertir a un buen jugador con cualidades admirables en una supuesta estrella histórica. Cada cosa que hacía Raúl, por simple que fuera, se elevaba a categoría de obra maestra; cada gol sencillo, en un regalo al mundo del cansino «más listo de la clase». La ola piropeadora hizo mella en Raúl, problema en la Selección de Luis y su propio equipo, empeñado en aferrarse a una titularidad que merecían otros compañeros. Hoy, qué cosas, la distancia ha conseguido que se vea lo que realmente es sin el forofismo de antaño. Raúl no es el requetecrack que nos vendían, ni tampoco la madre de todos los problemas, como decía mi admirado Ussía. Raúl, ahora en un equipo mediano, sigue mostrando que es un jugador incansable, ambicioso, trabajador y peligrosísimo. Un tipo con estadísticas deslumbrantes, el tipo que más lejos ha llegado con menos, un ejemplo para los que necesitan trabajar más que el resto para llegar al mismo sitio. Sin la carga de que a uno le cuenten que cualquier cosa hecha por Raúl era de otra galaxia, es más fácil reconocer sus virtudes. Una única pregunta: ¿no debió irse un poco antes?
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