Sevilla
OPINIÓN: Te quiero Andrés
Más que pato cojo (el lame duck de los yanquis), Calvo Sotelo fue en su efímera etapa de presidente un ánade sin alas, patas, ni pico. Listo para ser foie gras. Se decía en los cenáculos matritenses que mientras Leopoldo gobernaba, Felipe recibía: debía oler a victoria, como el napalm, porque banqueros, empresarios e inversores extranjeros hacían cola a la puerta de su despacho. El dinero, además de no oler (Vespasiano), nunca se equivoca y las urnas refrendaron su intuición. La gente de la pasta en Sevilla no reconoce la influencia hodierna del concejal Zoido, sino que la prevé a la luz (no sólo) de las encuestas. La depresión del cesante comienza cuando su teléfono deja de sonar porque ya no puede hacer favores. Y al aspirante se le hace el culo pepsicola al comprobar que surgen amistades donde antes había indiferencia.
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