Europa

Bruselas

Rescates agridulces los sacrificios no compensan las ayudas

¿Merece la pena? Esta reflexión flota en la cabeza de los más de 4,7 millones de españoles en el paro, casi uno de cada dos jóvenes; en el resto de los 15,7 millones de ciudadanos de la eurozona también sin trabajo (23 millones para la UE-27), y en el conjunto de la población europea que está sufriendo las subidas de impuestos y recortes en sus salarios y prestaciones.

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El bombeo al sistema financiero por parte de los Veintisiete de más de un 13% del PIB europeo, tras la caída de Bear Stearns y Lehman Brothers en Estados Unidos, dejó un déficit de 801.000 millones de euros en 2009 en la UE. Los europeos se preguntan hoy si sufrir las severas medidas de austeridad con las que cargan para cubrir este enorme agujero dejado por la crisis financiera, y su posterior salto a la economía real, tendrá recompensa.

El difícil crecimiento del PIB
La respuesta se medirá de acuerdo a dos criterios: la capacidad de los Gobiernos europeos para sanear sus cuentas públicas y para volver a la senda de un crecimiento robusto. El problema es que ambos puntos están relacionados, y los tijeretazos que han tenido que dar los estados miembros a sus economías se están llevando no sólo la grasa del déficit y la deuda, sino también el músculo que necesitarán los socios de la Unión para crecer esta década.

Y, aunque el crecimiento ha empezado a florecer, «no está creando empleos ni está siendo compartido ampliamente», dijo este mes el director gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn. «Mucha gente en muchos países encara una crisis social que es tan seria como la crisis financiera», añadió.

Desde la llegada de la crisis a la economía real en Europa, en el segundo trimestre de 2008, el desempleo no ha parado de subir entre los países que comparten el euro desde algo más del 7% hasta un 10%, estable desde casi un año y medio. La Comisión prevé un crecimiento del PIB del 1,6% para la zona euro este año, por debajo del 2% que los expertos consideran necesario para que el desempleo empiece a bajar.

Como explica el eurodiputado Alejandro Cercas, los líderes de la UE «están matando al cáncer, pero también al enfermo». Si en 2009 la Comisión animó a los estados miembros a inyectar dinero público para rescatar a su banca y evitar que la Gran Recesión se convirtiera en la Gran Destrucción, en cuestión de meses, Bruselas cambió el discurso, obligando a que los socios europeos se apretaran el cinturón, al estar bajo la estrecha vigilancia de los mercados financieros. Entonces, el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC), que impide a los países sobrepasar una deuda del 60% de su PIB, y un déficit del 3%, se convirtió en el único mandamiento para dirigir la política económica de la UE.

Malestar ciudadano
La precipitada salida de los planes de estímulo ha dejado una resaca más dolorosa. En países como España el paro no detiene su escalada. Los hundimientos de Grecia e Irlanda, y ahora de Portugal, y sus rescates bajo unas estrictas condiciones, han avivado el malestar de la ciudadanía: unos por tener que pagar el salvamento de sus vecinos, y otros por sufrir el «diktat» de Bruselas y el FMI, que han impuesto «curas de caballo», como lo define el eurodiputado popular José Manuel García Margallo.

Este colapso en dominó reanimó además el marcaje de los mercados. Se inició así la crisis del euro, que inauguró una espiral de cumbres-parche en la que los líderes se han visto obligados a crear mecanismos de rescate, reformar tratados, reflotar a sus socios y mandar mensajes de «disciplina presupuestaria» a los mercados mientras la presión de los inversores no afloja, como se ha visto esta última semana.

Y detrás de cada comunicado, con una gran mayoría de Gobiernos conservadores en Europa, bajo la batuta de la canciller alemana Angela Merkel, los líderes europeos han vendido a sus ciudadanos una posición política, detrás de una aparente verdad económica. Austeridad frente a inversión, crecimiento y empleo. «No lo llamamos austeridad sino consolidación fiscal, que nos permitirá volver a un camino sostenible», justificó esta semana la portavoz de la Comisión, Pia Ahrenkilde. «La austeridad no es para nosotros un objetivo en sí mismo, sino un camino para volver al crecimiento y el empleo», añadió.

Este camino es la estrategia UE 2020, con la que Europa pretende, entre otros objetivos lograr que el 75% de las personas de entre 20 y 64 años tengan empleo en diez años. Sin embargo, los socialistas europeos creen que es poco más que un abracadabra que intenta lograr el milagro tras la escabechina que está imponiendo Alemania y los jerarcas comunitarios, empuñando el PEC. «¿Por qué tenemos que volver en tres o cuatro años al control del déficit», se pregunta Cercas. «Con este calendario si llegamos, vamos a llegar muertos», añade.

El empleo es lo primero
Y gran parte de los economistas le dan la razón. «Recortar el gasto en una economía profundamente deprimida es contraproducente en gran medida, incluso desde un punto de vista puramente fiscal: cualquier ahorro que aparentemente se consiga se ve contrarrestado en parte por el descenso de los ingresos, a medida que la economía retrocede», escribió el pasado marzo el premio Nobel de Economía, Paul Krugman.

«Así que dedicarse ahora al empleo y luego a los déficits era y es la estrategia acertada. Desgraciadamente, es una estrategia que se ha abandonado por culpa de unos riesgos imaginarios y unas esperanzas ilusorias». El riesgo además es que la política teledirigida desde Bruselas, ya sea en las cumbres europeas, los consejos de los ministros de Finanzas o la Comisión Europea, está provocando el malestar ciudadano.

Más impuestos
Los sindicatos europeos se manifestaron el pasado marzo para pedir otra salida a la crisis. En las calles de Gran Bretaña, Francia, Portugal, Irlanda, Grecia, España, Hungría o los Países Bálticos, los ciudadanos han protestado por la cuenta que han tenido que pagar en forma de recortes por rescatar al sector financiero, o por la precipitación de un programa de reformas acelerado por los mismos mercados que provocaron el desastre.

En Grecia ya son más los que prefieren que el país tenga que reestructurar su deuda soberana, con todas las consecuencias que acarrearía, que seguir padeciendo subidas de impuestos y recortes sociales. Además, la crisis social y el pago de los rescates de Grecia, Irlanda y Portugal está siendo aprovechado por los partidos populistas, formaciones euroescépticas y grupos con cierto acento xenófobo para ganar cuotas de poder, como probaron la semana pasada los Verdaderos Finlandeses en su país.

«El consenso de Bruselas se está cargando Europa, nuestro modelo de economía social de Mercado», lamenta Cercas. Incluso Europol advierte de que el desempleo creciente y las «medidas de austeridad» han radicalizado a los jóvenes europeos, incluso entre los que cuentan con educación superior.

«Necesitamos una respuesta de máximo empuje para asegurar que tenemos la recuperación que necesitamos. Y esto implica no sólo una recuperación que sea sostenible y equilibrada entre los países, sino también que traiga empleo y una distribución justa», defiende Strauss-Kahn. De llegar, los europeos podrían decir que la resaca posterior a la Gran Recesión mereció la pena. Pero de momento son sólo, como decía el príncipe danés, «palabras, palabras, palabras».

Más impuestos, más paro, menos salario...
En la Unión Europea había al finalizar el mes de febrero algo más de 23 millones de parados. Hace tres años, en enero de 2008, según Eurostat, la UE-27 contabilizaba 16,1 millones de desempleados. Los que, afortunadamente para ellos, aún mantienen su puesto de trabajo han visto cómo la crisis les ha recortado sus sueldos, les ha aumentado los impuestos y les ha recortado, en el mejor de los casos, las pensiones. No es de extrañar, pues, que los ciudadanos no entiendan muy bien para qué sirven los rescates.

La «irresponsabilidad» alemana
Cumpliendo con el principio de nunca malgastes una crisis, Alemania ha aprovechado para imponer durante esta Gran Recesión la disciplina presupuestaria que ella porta en su genoma constitucional, y «germanizar» las economías de sus vecinos europeos con un pacto por la competitividad, rebautizado como pacto con el euro. Pero el ruido y la furia de los mercados financiero han estado espoleados en gran parte por el comportamiento de la propia Angela Merkel.

La canciller ha puesto una semana sí y otra también al resto de sus vecinos contra las cuerdas.En el camino hacia la moneda única, Berlín se negó a crear un gobierno económico que pudiera hacer sombra a la indepedencia del BCE, su gran preocupación, dando lugar al Pacto de Estabilidad y Crecimiento para mantener la casa de la eurozona en orden. Eurodiputados de todos los grupos, el mismísimo Juncker y otros expertos ven en los eruobonos la cura definitiva para la crisis del euro.