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Educación

Bachillerato por Francisco Rodríguez Adrados

La Razón
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El sábado pasado, día 22, me publicó LA RAZÓN un artículo del cual éste quiere ser una continuación. Era un artículo sobre la nueva propuesta educativa del Ministerio de Educación. Comentaba yo una nota del mismo que LA RAZÓN tuvo la amabilidad de enviarme: hablaba de la presentación el día anterior al Consejo de Ministros de un proyecto de mejora de la calidad educativa. LA RAZÓN me pedía que comentara el tema. Así lo hice, igual que en mil ocasiones anteriores. Mi artículo lo publicó el periódico con un título suyo que seguía mi idea, «La hora de enterrar los mitos pedagógicos». Yo aprobaba la dirección general de la nueva reforma: quitar cosas innecesarias, evitar despilfarros, poner pruebas, remediar «la dispersión educativa» en España. Evitar ese pierde-tiempos de reuniones y pedagogismo constantes, de rebajar niveles. Pero yo señalaba que en la nota del Ministerio quedaban poco claras varias cosas: las evaluaciones y el Bachillerato, entre otras. Reintroducía tímidamente pruebas o exámenes, que ahora llaman evaluaciones, con un valor muy rebajado. No insisto en esto, ahora. En realidad mi argumento central era que los datos estadísticos sobre el nivel de los escolares en relación con otros países y el de las cifras del abandono escolar confirman las ideas de muchísimos profesores de que las reformas de la Enseñanza Secundaria que vienen, en varias fases, desde 1970, al rebajar el nivel de exigencia a los alumnos han creado ese terrible bache cultural. Los datos estadísticos sobre la insuficiencia de los conocimientos y el abandono escolar, por ejemplo, no son nada nuevo, confirman lo que los profesores sabíamos ya hace tiempo. Por primera vez esto se reconoce. Está bien y mejor que el Ministerio trate de poner remedio. Ahora, se propone, por ejemplo, que no se pasará curso con más de dos suspensos. Era un buen comienzo, decía yo, pero necesitamos precisiones. Por otra parte, se trata de una simple nota ¡y tuve que hacer mi artículo en cosa de una hora! Pero releyendo luego todo, también lo que escribieron luego otros medios de Madrid, llegué a la conclusión de que había que insistir en un tema decisivo: el Bachillerato. Porque todos pensábamos que seguía siendo aceptado aquello que tantos proponíamos: que la ESO iba a bajar de cuatro a tres cursos y el Bachillerato iba a subir de dos a tres. Era el Bachillerato más corto de Europa, nuestro triste récord. Había sustituido, por desgracia, al instrumento principal de la Cultura Media en España, el antiguo Bachillerato. Ahora, pensábamos, iba a recuperarse. Sobre la importancia del antiguo Bachillerato lean, por favor, el artículo de Luis del Val en este mismo periódico el día 23. Pues esa recuperación era urgente, pensaba yo, y eso pensaba, en tiempos, el PP también: recuerdo cuando me llamaban a su Fundación en vísperas de su triunfo en las elecciones de 96. Hablábamos de un Bachillerato de tres o cuatro cursos. Pero de los gobiernos del PP, el primero, lastrado por los catalanes, y el segundo, de 2001 a 2004, nos defraudaron en esto.
Todo lo que queremos es que ahora se vuelva a un verdadero Bachillerato. Que esa reforma que ahora se propone, tan bien intencionada, amplíe ese insuficiente Bachillerato de ahora, se vuelva a uno de tres. No es pedir tanto. De paso, eliminar el lastre pedagógico y burocrático de mil autoridades, reuniones, opciones múltiples, innecesarios asesores. Aburre, quita tiempo, gasta dinero inútilmente. Es un tema importante. En los dos años del Bachillerato de ahora todo está apelotonado. Y se trata de lograr alumnos con un nivel cultural alto, nada de enseñanza lúdica, de opcionales que distraen o que no dejan espacio a las importantes. Ni de asignaturas que son universitarias, no de Bachillerato. Ahora las lenguas clásicas, es un ejemplo, sobreviven malamente al mal trato que han venido recibiendo, pero tienen que discutir su espacio con las Ciencias Sociales, la Geografía, etc. Durante el período 2001-2004 yo, que era Presidente de la Sociedad Española de Estudios Clásicos, propuse a Aznar que el grupo de Ciencias Humanas y Sociales se dividiera en dos, para que no nos estorbáramos recíprocamente. Y había que prescindir de cosas irrelevantes o fuera de lugar.
Solidez, coherencia, materias formativas del pensamiento y el conocimiento científico, más una ayuda con el aprendizaje de lenguas, es lo que hace falta. Recuerdo cuando hace no tanto tiempo a los cursos de Bachillerato se añadía el Preuniversitario. Había espacio. Yo, que era entonces catedrático de Bachillerato, me acuerdo de cuánto disfrutaba y disfrutaban los alumnos traduciendo a Homero e interpretando a Góngora. Ahora esto es impensable. Y la verdad es que el nuevo plan ofrece buenos puntos de partida, dividiendo el Bachillerato en cinco vías. Pero quedarse en dos cursos es demasiado poco. Y tengo objeciones a algunas de las vías. Porque creo que deben podarse algunas de esas cinco vías. Ingeniería, Ciencias de la Salud y otras «vías» son para después, para la Universidad. Muy brevemente, éstas son algunas propuestas para crear un Bachillerato de tres años, ágil y práctico, general y teórico, que facilite el paso a la Universidad y a las enseñanzas técnicas. Saliendo, claro, de la prisión de los dos años.