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Los refundadores por Joaquín Marco

Alemania quiere refundar Europa y Francia asiente; se propone volver sobre los pasos ya dados y establecer nuevas reglas

La Razón
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El presidente francés Nicolas Sarkozy forjó en el inicio de la crisis un feliz eslogan: «Refundar el capitalismo». Pero de aquel propósito nunca más se supo. Tras el abrazo de la osa Angela Merkel, aterrorizado por la posibilidad de la pérdida de una de sus A, se ha conjurado con la tozuda dama de hierro germana para refundar ahora Europa o la eurozona o aquellos países que se sumen a su atrevida iniciativa. Una vez más, en el alero, se halla una doncella a la que en el pasado se designó Europa, leyenda helénica. Si estableciéramos un elemental silogismo, el capitalismo, según Merkozy, equivaldría a Europa, puesto que para los patriarcas del euro tal refundación podría considerarse equivalente. Los medios han considerado en las últimas semanas que en la presente –y a estas horas– se conjuraba el futuro de la mal llamada Unión Europea. Paradójicamente en nuestro país confluían todas las incertidumbres: la población disfrutaba de un largo y discutido puente, los trámites del nuevo Gobierno surgido de las pasadas elecciones no habían terminado y, una vez más, Zapatero tendría la oportunidad de despedirse de sus colegas con un mensaje acoplado al del PP (como un muñeco hablará con palabras ajenas y, tal vez en parte, propias). Todavía no hay Gobierno y Rajoy se ha empeñado en mantener un más que prudente silencio que sugiere toda suerte de especulaciones. Lo único que conocen los ciudadanos es que los tiempos que se avecinan pueden ser más difíciles: quizá dramáticos. ¿Veremos a alguna de las nuevas ministras del PP prorrumpir en amargo llanto ante los recortes que se anuncian cuando se concreten? Lo que se halla en crisis, sin embargo, es el invento mismo de Europa. Porque del euro se ocupan ya tecnócratas y los amigos de Standard and Poor's, que se han atrevido a amenazar a los más sólidos componentes de la Unión con rebajarles el rating, incluida Alemania. Los británicos observan la mosca tras la oreja. Cameron, dispuesto a que sus conciudadanos se presten al sacrificio, observa cómo se aleja el tren alemán. La libra esterlina y la City pueden acabar trasquiladas si la Unión y el euro resisten, contra la opinión de muchos. El mensaje de Zapatero/Rajoy es el de que España está dispuesta a hacer cualquier sacrificio para situarse en el núcleo duro. Sabremos, en días, si llegaremos a superar en sacrificios a la Italia de la farsa berlusconiana, porque se entiende como tradicional, desde Séneca, la capacidad de resistir la desgracia de los hispanos. El aliento de los portugueses se siente ya en nuestro cogote. Pero ¿será de una Europa de veintisiete o de diecisiete? ¿Marcha ya a dos velocidades? ¿Qué representa su Parlamento o sus comisarios, las ideícas del presidente del Consejo Europeo Herman Van Rompuy o su ministra de exteriores? Europa no se parece a cómo la imaginaron sus fundadores. Antes, las naciones pugnaban por integrarse en la que había de ser el gran referente de la civilización occidental, la sociedad del bienestar y las libertades.

Pero los mercaderes destruyeron cualquier ideal. Los mercados económicos mundiales tienen sus ojos puestos en la debilidad de las instituciones y en hacerse con parte del botín de sus industrias y mercados. Europa ya no es lo que fue y tal vez no consiga soportar las presiones centrífugas y centrípetas. Alemania quiere refundar Europa y Francia asiente; se propone volver sobre los pasos ya dados y establecer nuevas reglas que impidan temblores semejantes al que hoy soportamos. Pero ¿eran los bancos quienes vivían del crédito o han sido culpables los países por su deuda soberana o sus ciudadanos malgastadores y partidarios de la vagancia? Tal vez desde fuera entiendan que este largo acueducto anual hispánico resulte excesivo, pero ha sido, en esta ocasión, una coincidencia indeseada. Tampoco sería mala idea acumular los días festivos en lunes o viernes, aunque deban tomarse en consideración nuestra tradición católico-festiva y los intereses turísticos. Los racionales sindicatos estarían, por lo que dicen, dispuestos a negociar este cambio. Si nada se tuerce y esta Europa peregrina sigue viva, quedaremos a merced de una admirada Alemania. Los EE.UU. –y en especial el presidente Obama– observan con preocupación las vacilaciones y los problemas de las deudas europeas. No sólo afectan a la economía occidental, sino a su política pro-europea. Llegamos con retraso a Europa y Europa anda ahora retrasada en la resolución de sus serios problemas. Hay que refundar, para contentar a los más poderosos, para seguir incrementando las desigualdades sociales hasta retrotraernos al siglo XIX, al capitalismo salvaje. Habremos perdido en pocos años, con matices, casi un siglo.

 

Joaquín Marco
Escritor