Congreso Extraordinario del PSOE

Propaganda socialista

La Razón
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Están nuestros socialistas enzarzados por el cartel electoral. Disfrazando como ejercicio de democracia interna el despido fulminante de un líder caducado. Discuten de rostros. Jalean nombres. Y se enredan en estrategias miopes. Sus ideas, ahí siguen: intactas. Es su problema y no lo ven. Chacón y Rubalcaba. O Bono y Vara. ¿Qué les distingue? Se va a cumplir un año del día en el que, tras recibir un baño de realidad con los telefonazos de Obama, Hu Jintao, Merkel y Sarkozy, Zapatero se presentó en el Parlamento para enmendar todo su discurso buenista y falsamente solidario. Recortó las pensiones, bajó el sueldo a los funcionarios, subió los impuestos, suprimió los subsidios que se había sacado de la chistera. Lo que nunca iba a pasar, pasó. Todo con el respaldo de los mismos que ahora aspiran a sucederle. El PSOE está ante un dilema insoluble: el electorado de izquierdas no se reconoce en un partido que les receta medidas antes despreciadas por «neoliberales», pero es su añejo armazón ideológico quien se ha demostrado insolvente para el gran reto de cómo lograr el crecimiento económico que garantice el Estado del Bienestar. El gratis total con el que los socialistas tradicionalmente seducen al electorado se ha demostrado una ficción y el subsidio y la subvención con las que edifican su fortaleza clientelar son inviables con las arcas vacías. Es posible que aún haya quien crea a gente como Bono cuando dice, sin rubor: «Los parados son nuestros cómplices. Saben muy bien que vamos a resolver sus problemas ahora con más soltura y desahogo porque Zapatero no a tener que rendir cuentas». Moviéndose en el terreno de la propaganda y el engaño, los socialistas aún son maestros.