Campaña electoral
Penalizar la mentira
Dicen que no hay mejor defensa que un buen ataque, táctica con la que se pretende hacer creer al enemigo que uno sigue vivito y coleante y que su deseo de ganar la batalla será largo, difícil y, cuanto menos, sangriento. El PSOE está en esta justa táctica, que perpetuará (ya está en ello) hasta el 20-N y después del mismo si resulta vencido en la contienda electoral que se nos avecina, que es lo que vaticinan todas las encuestas, incluidas las propias. De ahí los famosos videos, ora el del dóberman, ora el del «tijeretazo» o, en su versión actualizada, la «motosierra». Pues bien, los de estos videos, que son los que nos llevaron a los seis millones de parados y a la quiebra de nuestro sistema económico, nos prometen ahora subidas salariales en Educación y Sanidad, así como subidas igualmente inimaginables de las pensiones para todos los españoles. El PSOE anuncia la barra libre en el momento de mayor ajuste económico de la zona euro, de la que formamos parte y en la que tenemos que aplicar políticas similares o más duras aún que las de nuestros vecinos. No puede ser que quienes recortaron la Sanidad y la Educación hasta en un ocho por ciento y alargaron las jubilaciones dos años más vengan ahora con el cuento chino de decirnos lo contrario. Rubalcaba no puede tomarnos por del pito del sereno porque ya ni en su propio partido se le da crédito. Acierta, sin embargo, cuando dice que se debe judicializar (entendemos que por la vía penal) a los gestores por su errática gestión de los recursos públicos, bien sean materiales, económicos o naturales. Lo que se olvida de decir Rubalcaba es que también se debería llevar al Código Penal no solo a esos malos gestores de los recursos públicos, sino también a aquellos políticos que hacen de la mentira una forma de proceder en la vida pública. Todos sabemos que en la cultura anglosajona los políticos mentirosos tienen las patas muy cortas y suelen durar en la escena pública menos que un caramelo en la puerta de un colegio. Ha pasado ya en varias ocasiones con importantes candidatos a la Casa Blanca y, en Inglaterra, todos recordamos como el jefe del Estado Mayor de la Defensa tenía que dimitir por un «affaire» con una española llamada Bienvenida Pérez. No solo debería valer que el mal gestor hubiese de rendir cuentas públicas por su ligerezas políticas, sino también el político embustero que vive y se perpetúa en la cosa pública a base de tomarnos el pelo a todos. Los programas electorales son contratos de los partidos políticos cuyo incumplimiento suele pasar factura a quienes prometieron una cosa e hicieron lo contrario, o ni siquiera alcanzaron sus objetivos. Este sería el mal menor, porque el mayor es mentir intencionadamente con el ánimo de engañar de manera premeditada por el interés de medrar en política. Pues bien, de ambas cosas podría hablar largo y tendido el señor Rubalcaba que no solo ha sido un mal gestor, sino también un embustero empedernido como ahora mismo sucede al prometernos cosas que él mismo realizó, escudándose en el manoseado asunto de que llega la derechona con la motosierra engrasada, porque para derechona con motosierra el propio PSOE.
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