Escritores

Dejar de fumar sí o sí por Cecília García

Humphrey Bogart y Lauren Bacall, en «El sueño eterno»
Humphrey Bogart y Lauren Bacall, en «El sueño eterno»larazon

Me da igual que me regañe Leire Pajín, antes Trinidad Jiménez y mucho antes Elena Salgado: desde agosto ando con avidez por las calles en busca de una voluta de humo que deje tras su paso un fumador activo. No es una nueva perversión –no tengo ínfulas de Marqués de Sade–, sólo es una patética señal del síndrome de abstinencia del tabaco que me acosa desde finales de agosto y, lo más preocupante de todo, sin haber dejado todavía de fumar totalmente.

Un invitado imprevisto, el EPOC, se instaló en mis bronquios para no abandonarlos jamás. «Tiene que dejar de fumar sí o sí», me dijo mi médico de toda la vida hablándome de usted para darle más solemnidad a la prohibición. Desde entonces he descubierto algunos perfiles de mi personalidad que me perturban. Para empezar, a mis 43 años no he superado la fase oral. Echo la vista atrás y caigo en la cuenta de que sustituí el pecho de mi madre por el chupete y éste, eso sí, muchos años después, por un cigarro; bueno, uno no, muchos. Asumido ya que la fase oral se ha perpetuado, no tardé en descubrir que no es que no tenga fuerza de voluntad, es que ni me la encuentro. Ando estos meses racionándome los cigarrillos como si estuviera en la cárcel, tomando tantos caramelos y mascando tantos chicles que ya se me han dormido la lengua y parte del paladar. Da igual, en términos cuantitativos voy avanzando, en cualitativos no, porque fumo y lo peor de todo es que me gusta fumar. Soy una esclava de la nicotina y no se cuántas sustancias más. Ya lo he dicho. ¿Y? Cuando me vi intentando encender un cigarro en la vitrocerámica, supe que había tocado fondo... ¡Ja! aún estoy en la fase de que me puedo humillar más.

Que nadie espere de mí ser una de esas conversas que en cuanto dejan de fumar alaban recuperar el gusto, el olfato y todos los sentidos incluido el común porque los cigarrillos matan lentamente. Sería una hipócrita. Me pasará todo eso, mis bronquios podrán respirar más fácilmente el aire sucio de la contaminación. Pero, ¿saben qué?, algún día me sorprenderé acercándome a la pantalla de la televisión para oler el humo del cigarro que cuelga en los labios de Bogart, Bacall o Steve Mc Queen. Y, para colmo, ahora dicen que el alcohol es más dañino que el crack o la heroína... ¿Qué queda, vivir en una urna para que nos trasporten a otra ya consumidos en cenizas? No sé... Esto de venir a la vida sin libro de instrucciones empieza a no ser divertido.