Pekín
«Tosca» teatro concentrado
Festival de ópera de Tenerife«Tosca», de Puccini. Solistas: N. Beller Carbone, J. de León, A. Mastromarino, G. Bellavia... Dir. escénica: G. del Monaco. Dir. musical: G. Martinenghi. Coro Festival Opera de Tenerife y Orquesta Sinfónica de Tenerife. 27-X-2011. Auditorio Adán Martín.
Dos títulos populares presenta este año el Festival de ópera de Tenerife –«Rigoletto» y «Tosca»–, lo que le ha permitido agotar todas las localidades. Tras la «Tosca» multimillonaria de Pekín, de lujosos y espectaculares decorados giratorios hasta en la bóveda de San Andrea, tocaba el extremo opuesto: la concentración teatral con economía de medios, a pesar de ser cinco los teatros que participan en esta nueva coproducción. Del Monaco trasvasa la acción de la primavera de 1800 a la del otoño de 1943, manteniendo vivos los principios de ausencia de libertad, existencia del caos y los inocentes pagando los platos rotos. Esta época nazi le permite añadir algunos otros elementos que combinan bien con el drama de Sardou, Illica y Puccini, como la fregona judía que sustituye al tradicional pastor.
Plagada de detalles
Ya desde el primer acto muestra un profundo conocimiento de texto y música, infrecuente entre sus colegas, y así juega con los rechazos iniciales de Floria a dejarse acariciar en una iglesia para después ser Mario quien ha de recordárselo cuando ella se «entona» a lo largo del extenso dúo. La llegada de Scarpia impacta, como también el «flash» final del interiorizado «Te Deum». El segundo acto siempre define la obra. Aquí prima la hierática de la tragedia griega, con escasos y concentrados movimientos que reflejan un Scarpia impasible del que Floria sólo podrá librarse obligándole a distraerse. He aquí otro hallazgo de una versión plagada de detalles: ¿alguien se ha percatado del acertijo de Puccini al poner en las notas de la orquesta –«la», «do»– la aceptación de Tosca de los deseos de Scarpia? El tercer acto es el de una cantante que casi no distingue la vida de su arte y el de un pintor arrojado inmóvil al suelo en quien no queda hueso por romper. Cantar en esa posición todo el acto no es fácil, y el público se vuelve loco aclamando a Jorge de León, pletórico vocalmente. El final planteado resulta consistente con aquella Roma «cittá aperta».
Beller Carbone y Mastromarino convencen más como actores que como soprano y barítono, pues sus papeles requieren registros graves más sólidos, sobre todo cuando Martinenghi deja libre el poderoso sonido de la formidable Orquesta Sinfónica de Tenerife. La producción no dejará indiferente, pero en el Auditorio no hubo división de opiniones, sino una «standing ovation» generalizada.
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