Londres

La vanguardia se queda huérfana

Mientras Martha Graham removía los cimientos de la danza en EE UU a principios del siglo XX, Europa todavía no se cuestionaba el interés por el ballet clásico, avalado por su popularidad entre el público y la maestría todavía vigente del Bolshoi y el Kirov.

Imagen del coreógrafo tomada en abril de 2007
Imagen del coreógrafo tomada en abril de 2007larazon

Sin embargo, bailarines y coreógrafos provenientes fundamentalmente de Francia y Alemania comenzaban a explorar un movimiento libre de las ataduras del clásico. Es el caso de Roland Petit, quien, con 17 años y tras su paso por la Ópera de París, creó los «Ballets des Champs-Élysées», donde firmó las piezas «Le Loup», «Le Rendez-Vous» y «Le Jeune Homme et la Mort», con los que, precisamente, el pasado otoño el coliseo parisino le rindió homenaje. Además de su apuesta vanguardista, germen de la danza contemporánea, Petit comenzó a colaborar con grandes nombres de la cultura que abrirían las puertas de la danza para convertirla, definitivamente, en una disciplina artística: los escritores Boris Kochno y Jean Cocteau; los artistas Christian Bérard, Pablo Picasso y Brassaï, y los compositores Henri Sauguet y Joseph Kosma, entre otros, trabajaron con Petit en esta floreciente etapa para la danza.

Una maestro en Hollywood
Tres años después fundó «Ballets de Paris-Roland Petit», donde creó «Les Demoiselles de la nuit» para Margot Fonteyn. Y un año más tarde explota en Londres la sensualidad de «Carmen», uno de sus grandes éxitos, protagonizado por su mujer, Renée Jeanmaire. Sus colaboraciones con grandes nombres del cine también aportan una nueva dimensión a la danza: en Londres trabaja con Orson Welles, y en Hollywood con Fred Astaire, Leslie Caron y Bing Crosby. Tampoco son menos sus trabajos como coreógrafo invitado: en la Ópera de París creará una pieza para Fonteyn y Nureyev, con quien repetirá con «Estasi» en la Scala de Milán. Su último gran proyecto fue el Ballet Nacional de Marsella, que fundó en 1972 con la pieza «Pink Floyd Ballet», muestra de su carácter vanguardista, que lo convirtió en uno de los maestros de la danza.

Una musa española
La última vez que Petit pisó un escenario como bailarín fue en 1997, con 73 años, en su versión de «Coppelia» de 1975. Lo acompañaba la española Lucía Lacarra, que se convirtió en la musa indiscutible de su madurez. Ella, estrella en el ballet de la Ópera de Múnich, rescató en numerosas ocasiones sus creaciones y fue la responsable de que muchas se estrenaran en nuestro país.