Galicia

Un sueño truncado

Tras cinco años de matrimonio y dos abortos, Rocío estaba muy ilusionada con la llegada de Álvaro. Hoy salía de cuentas, un pertubado la mató en la iglesia donde iba a pedir que el parto saliera bien

Rocío Piñeiro y su marido, Federico, se trasladaron a Madrid hace tres años por motivos de trabajo aunque viajaban habitualmente a Pontevedra, donde ambos nacieron
Rocío Piñeiro y su marido, Federico, se trasladaron a Madrid hace tres años por motivos de trabajo aunque viajaban habitualmente a Pontevedra, donde ambos nacieronlarazon

MADRID- Rocío Piñeiro Oitavén hubiera salido hoy de cuentas. A sus 36 años estaba a punto de cumplir uno de los sueños de su vida: ser madre. Tras dos abortos y muchas dificultades para quedarse embarazada, sólo le faltaban unos días para tener a su hijo Álvaro entre sus brazos. Pero la noche del jueves, el disparo de un perturbado acabó con su vida –aunque no con la del bebé– cuando se encontraba en la parroquia Santa María del Pinar junto a su madre, Carmina, que había viajado hasta Madrid para estar con su hija los últimos días de su embarazo y en el momento del parto.

Rocío era natural de la localidad pontevedresa de Fornelos de Montes, pero por motivos laborales se había trasladado a Madrid hace unos años. Trabajaba en una sucursal de Novacaixa Galicia situada en la calle Santa María de la Cabeza 44, pero vivía en el Pinar de Chamartín, muy cerca de la iglesia donde sucedieron los hechos. La peluquera del centro de estética a donde acudía todavía no se cree lo que ha pasado y declara que era «un encanto de chica» y que estaba «muy ilusionada» con ser madre. «Estuvo aquí la semana pasada y no paraba de hablar de su bebé».

A pesar de la distancia, Rocío seguía muy ligada a Galicia y viajaba allí cada vez que tenía oportunidad. Aficionada a los toros, pertenecía a la peña taurina «El capote», de Pontevedra, al igual que su marido, Federico.

Su muerte ha causado mucha tristeza en Fornelos de Montes, donde sigue viviendo su familia. Ayer se decretó un día de luto oficial y unas doscientas personas se concentraron para guardar un minuto de silencio en señal de repulsa por el asesinato de Rocío. Muchos de sus familiares, entre ellos su padre, Mario, se desplazaron hasta Madrid, donde se reunieron en el Tanatorio de la M-30 junto a los amigos y compañeros de trabajo de la fallecida. Nadie podía contener las lágrimas y la rabia. «Era una chica majísima, trabajadora y cariñosa», explicaba emocionado un amigo de la familia. «Ni la imaginación más truculenta podría haber ideado algo así. Estamos todos destrozados».

El cuerpo de Rocío permanecerá en el velatorio hasta mañana al mediodía, cuando será trasladado al cementerio de la Almudena, donde será incinerado.